Recogimos, pues, a Irene, y nos fuimos para Kolkata, Didi a los headquarters con sus secuaces, Irene y yo al superferolítico hotel en el que nos alojábamos. Después de 15 días sin vernos, una cama enorme, sábanas limpias, aire acondicionado, primeras marcas en todo… se imaginarán lo qué pasó. Ah, bueno, quizás es que no les he contado que en la estupenda pantalla de plasma de la habitación echaban, ¡en directo!, el partido del Barca. Así que, mientras Irene se contorneaba sinuosa y sugerentemente frente a mí, yo me quedé hipnotizado siguiendo las evoluciones de los muchachos de Pep, acompañado del clásico quita, que no veo. Aquello dio lugar, como no podía ser menos, a uno de los más notables altercados matrimoniales que se recuerdan. Hombres…
Tras tan memorable noche, amanecimos tarde al día siguiente, y remoloneamos hasta que tuvimos que hacer el check-out. Discutimos el plan de viaje a Purulia con Didi, y finalmente acordamos (acordó Didi consigo misma) que lo mejor era coger el tren de la tarde y hacer noche ya en Purulia. Eso nos dejaba apenas unas horas para ir a algún centro comercial; el plan era innegociable, pues durante horas Irene solo pronunciaba, reiterada y convincentemente, una palabra: shopping, shopping! Al final, lo de disponer de poco tiempo resultó útil, pues de lo contrario Irene habría acabado con las existencias de varias tiendas. Pero reina mía, que es la primera tienda que visitamos, ¡no es obligatorio comprarlo todo! Aunque debo reconocer que, en plena vorágine consumista, a mí me convencieron para hacerme una tarjeta de cliente VIP de la especie de Corte Inglés que visitamos. Todavía ando meditando cuántas de las supuestas increíbles ventajas de la tarjeta voy a ser capaz de usar.
Una de las desventajas de viajar por la tarde es que no había billetes primera clase (aire acondicionado), así que tuvimos que reservar en segunda. Las hay peores, claro, con unos butacones de madera que te dejan baldado, pero éstas no eran para tirar cohetes. La perspectiva de pasar seis horas, apretados como cochinos camino del matadero, no era muy halagüeña.

Pero en éstas que Didi pega la hebra con unas chicas que viajaban con nosotros, y aquello resultó ser nuestra salvación: aunque incómodo, el viaje resultó de lo más entretenido. Las niñas estudiaban en Kolkata, en buenos colleges, pero viajaban a Purulia a pasar unos días con sus padres, adinerados comerciantes de Rajastán, que son los que copan los negocios y el dinero en Purulia; los bengalíes conforman el proletariado. Hablaban bastante bien en inglés, así que allí estuvimos, echando unas risas e intercambiando meriendas e información sobre las respectivas vidas. El tema estrella, que Didi sacó en cuanto pudo, fue la futura y me temo que inevitable boda que quiere organizar para nosotros. Por razones que me resultan incomprensibles, Irene parece entusiasmada con la idea; sospecho que el sari rojo que Didi le ha garantizado tiene mucho que ver con ello. Las niñas se fueron creciendo, aportando ideas, mezclando tradiciones bengalíes, rajastaníes y de cosecha propia, hasta que finalmente diseñaron una boda que ni el antiguo maharajá de Purulia, si es que alguna vez lo hubo. El disparate incluía llegada del novio (léase yo mismo) a lomos de un corcel blanco al colegio, así que imagínense. Pese a que prometimos mandarles fotos, espero que el tiempo rebaje el entusiasmo al que aquel momento de exaltación de la amistad nos llevó, y que la ceremonia siga los más austeros ritos del anandamarguismo. Aunque no me fío, Irene y Didi siguen conspirando. Y a mí, lo del caballo, como que no…
Sentía Irene un especial interés por conocer Purulia y el hotel Akash, escenario de aventuras pasadas. Y sospecho que quedó algo decepcionada al descubrir que la ciudad no es más que un conglomerado de calles ruidosas y polvorientas. Pero ya saben que yo le tengo un cariño especial, y esto es lo que pasa cuando uno conoce lugares a través de la recreación literaria y sentimental. El mítico hotel Akash quedó todavía peor parado, pues nos dieron una habitación medio asquerosa, de suerte que Irene acabó rebajando su título al de Akash-antro.

Los manchurrones en las sábanas y el aspecto del cuarto de baño quizás merecían esa rebaja a la Standard & Poor’s. Eso sí, a la mañana siguiente, se pasó con Didi un buen par de horas revolviendo saris en la tienda, como se aprecia en la fotografía. Evito reproducir la instantánea en la que poso con el traje que me tocó en suerte, pues ya habrá momentos más adelante para apreciar la pinta de papanatas que me tienen reservado. Y si ya me montan en un caballo, pues no te digo ná.
Una vez en el colegio, y como sospechaba, la presencia de Irene me ha desplazado a un discreto segundo plano, y hasta las nenas pequeñas se han olvidado de mí y pasean por el cole colgadas de su brazo. Pero bueno, siempre me quedará el balón prisionero de las tardes para reivindicarme. Antes de irme para Kolkata, dejé constancia gráfica de lo ordenadito que lo tenía todo en la habitación.

Bueno, en realidad, aparece todo más organizado de lo que habitualmente estaba, pero como había foto… Sí, de acuerdo, concedo: se trata de esa disposición de objetos, todos a la vista, que los hombres nos empeñamos en honrar con la palabra orden, y que Irene describió, nada más verlo, con un “¿pero qué jaleo es éste?”. Creo que el restante 50% de la Humanidad habría coincidido con ella. Aún así, dejo aquí el correspondiente testimonio gráfico, para recordar los viejos tiempos que ya no volverán (ya lo ha metido todo en cajas y estantes), y para recibir quizás un pequeño soplo de solidaridad de mis colegas masculinos. Vamos chicos, decid conmigo, pues no estaba tan mal…
2 comentarios:
pero será posible que antepongas a tu recién estrenada esposa por un partido de fútbol!!ande va a parar semejante comparación de opciones!!!, aunque supongo que el 90% de los españoles está contigo.
por cierto, ¿te han preparado el atuendo bodil blanco? como tu corcel?? sólo te pido una cosa, que alguien grabe en vídeo la llegada de los novios a la ceremonia!!! por lo menos...
en cuanto a la organización, espero que tu mente no tenga el mismo orden que tus cosas...¡HOMBRES!
Pues no estaba tan mal...
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