Fue ayer mi cumpleaños, pero no solo el mío. Resulta que el 9 de mayo se celebra también el nacimiento del Baba (su nombre verdadero es impronunciable) fundador de los Ananda Marga. Por cierto que Didi entendió esa coincidencia como un auténtico augurio, same day, same day, se quedaba murmurando, atisbando conexiones cósmicas. Exageración, o quizás no, porque resulta que en ciertos lugares se celebró ayer también el cumpleaños de Buda (quinto día del cuarto mes lunar o algo así en no sé qué calendario), y también el de Tagore, el gran poeta de los bengalíes: tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma… anda que haberme criado con ese póster en la cabecera de mi cama (alternando con el del Che, ¿o era el Jesucristo de Se Busca?, qué generación la de nuestros padres, gensanta) y no haber captado entonces el vínculo... Pese a que estas efemérides son científicamente discutibles (de manera obvia en el caso de Buda, y con simple revisión de la Wikipedia en el de Tagore), debo reconocer que el asunto me ha hecho pensar. O más bien convencerme, ¡sí!, de que hay algo detrás de todo esto, de que había un mensaje escrito que no acababa de descifrar. Ahora por fin se ha hecho la luz: he de fundar una secta. Secta a la que por ahora, y de manera provisional, me referiré como la de los purulianos (suena a suicidio colectivo, uuuyy). Tengo todavía que acabar de perfilar los detalles del culto, liturgia, rituales… ya os mantendré informados. Lo único que tengo claro es que, como buen gurú de la misma, me reservaré el derecho de yacer cuando me plazca con mis acólitas, si no, pa’qué coño funda uno una secta… ;D
Al tema, que se me va la pinza. Como teníamos las múltiples celebraciones, el día comenzó... de noche, más concretamente a las 3 de la mañana, ay. Pero no por propia voluntad, sino por la atronadora invasión del mantra “Baba n
am, kevalam” (en traducción libre, “Dios es único”, “solo hay un nombre para Dios”, o algo así), la especialidad de la casa anandamargante, que desde potentísimo sistema de sonido y altavoces se podía oír en todo el colegio, alrededores y parte del extranjero. No me pregunten de dónde sacaron todos esos millones de watios, que ya quisieran para si los Rolling de gira, pero el caso es que ¡arriba, perezosos, todos en pie!, que empieza el gran día. Preparando la cita, las niñas habían limpiado todo el suelo del colegio con esmero, y desde primera hora andaban por allí también las niñas
del orfanato cercano y hasta los peques de la escuela primaria. Una banda de criaturas, vaya, como unas cien. Todas metiditas en la sala grande de meditación, rodeando la floreada estampa del Baba, cantando y rezando. Durante horas, venga Baba nam para arriba, kevalam para abajo (a mí me tiene un poco hasta las pelotas tanto rezo, por las niñas sobre todo, a ver cuándo sacan un rato para jugar, pero ésa es otra historia). Pese a los decibelios desatados, había conseguido adoptar una hábil postura, almohada enroscada en torno a la cabeza, que me aislaba del bullicio y me permitía prolongar mi descanso, hasta que una de las niñas se acercó a llamarme urgentemente, Dada, Dada come, que la Didi me reclamaba para que hiciera el oportuno reportaje grafico del evento, del que podéis disfrutar en las fotos que adjunto (por cierto, no os quejaréis de fotos, en este post). Es
difícil recoger en instantáneas la ceremonia, tanta espiritualidad (o quizás solo ritual) se escapa del objetivo de la cámara. El baile, todas con los brazos en alto, como en trance (literal en las Didis, en una foto sale una con los ojos en blanco, pero no la cuelgo porque da mucho miedo, ay, prefiero muerte)… el rezo, arrodilladas, a veces postradas, el ritmo de la procesión en torno al altarcillo. Como no me vi capaz de captar todo esto, me dediqué a jugar con los contrastes de la luz que entraba por las ventanas, y oye, alguna foto chula salió. Por menos de esto he visto yo ganar premi
os World Press Photo :) La de los pies a contraluz me encanta.Después de ganarme el sueldo como fotógrafo, decidí que había que cambiar de actividad. Hace un par de días, Didi me dijo que había contratado un par de obreros para completar el reparto de los pedruscos. Resultó que la tal pareja estaba formada por una madre y su hija jovencita, ay, al verlas llevando esas moles… ya sé que aquí es lo que se estila, pero qué quieren, me daba grima, así que me puse a echarles una mano. Casi me dio una lipotimia, entre el calorazo y el fondo musical del Baba nam, kevalam, que no remitía, pero algo avanzamos. Para entonces y
a era la hora de comer, y nos pusimos todos a la tarea, sentaditos en el porche. De las comidas no os he hablado mucho, que eso es terreno sunitero, y su post sigue esperando en el limbo. Pero adelanto aquí, para que las fotografías se entiendan, que se come sentados en el suelo y con los dedos (de la mano derecha, claro). En realidad a los voluntarios nos hacen comida especial (menos picante) y nos surten de cuchara, pero yo, desde el primer día, ¡go hindi!, me apunté (con regocijo) a la costumbre local; al principio no me manejaba bien, pero ahora ya soy un artista de chuparse los dedos (sic). La otra foto muestr
a algunas de las niñas del orfanato, que solo vienen al colegio para las clases y en ocasiones especiales como esta. Me pareció que iban elegantísimas, con sus vestidos marrones de gala. La comida era de lujo, para los estándares habituales, y aparte de la abundante ración de arroz, teníamos acompañamiento de patatas, vegetales varios, algunas cositas dulces (mango, creí reconocer) y hasta un Chupa-Chups para cada una que había comprado en Purulia. Todo ello, regado con… ¡Mirinda! Sí, señores, han leído bien: Mirinda, la de la cara sonriente, la incomparable, única… y yo creía que desparecida, pero no. Por aquí todavía se lleva, con notable éxito además. A ver si un día me encuentro ya a Naranjito por la calle y completo este viaje en el tiempo.Tras la comida hubo estampida de niñas, y fue momento oportuno para planchar la oreja, que ya llevaba más de 10 horas en pie. Y tras la siesta, los preparativos para la celebración de mi cumple. Empecemos ya diciendo que la celebración fue un poco desastrosa: no me dejaron organizar casi nada y las nenas estaban fundidas de tanto Baba n
am, kevalam, se soltaban unos bostezos las pobres que para qué. Ademas, tuve que luchar una vez mas con sus afanes almacenadores: que si había comprado 6 mirindas, pues solo sacamos 4; que si disponíamos de 5 bolsas de frutos secos, ¡que solo salgan 3! Ay, me pone negro, venga a perseguirlas, a las Didis. Como Rupa cumplía años el día 10, encargué también una tarta para ella, y mi plan es que lo celebráramos juntos. En las fotos nos véis, justo antes de apagar las velas, ensayando; en la otra, ya cortando -cual novios- las tartas. Por cierto, que una tarta era en inglés, y la otra en bengalí. ¡Ah!, es que no os conté que tengo un nombre bengalí, Didi me bautizó uno de los primeros días. No suena
muy bien en castellano, es algo así como Propulo; la cosa gana enteros cuando se sabe que quiere decir “siempre feliz”, que por otra parte se me antoja una acertada descripción de cómo me siento. En realidad, Rupa me hizo la 3-14, porque tras pensárselo un rato decidió que, uno, se prestaba a compartir conmigo la ceremonia de mis tartas, pero dos, no te hagas líos, mi cumple lo celebro mañana yo solita, con tarta y protagonismo propios. Arranque de ligero egoísmo que, tras ver la cara de felicidad que tenía hoy repartiendo su tarta entre las compañeras, he decidido pasar por alto. Pero como había calculado para tres tartas, y me quedé solo con dos, el reparto resulto algo más complicado. En la última foto aparecen algunas de las nenas, en el momento de cantarme el happy birthday. También incluyeron una versión bengalí que me pareció especialmente
hermosa (o es que estaba sentimental, perdóneseme la debilidad). Si os fijáis, veréis que van con las caritas pintadas, se habían maquillado para la ocasión, que se completó con el habitual programa de bailes y cánticos, que no por vistos me parecieron menos lindos.Ya eran las tantas cuando cerramos el día y, como correspondía, me subí al tejado a dormir. En realidad, a esperar que llegaran mensajes y llamadas desde España. Me sonaron bien, allí, a la luz de la luna llena. Algunos, especialmente bien.










