No, no tema el lector, que el título de este post no le confunda y le haga pensar que se trata de un nuevo relato erótico. Porque aunque hoy es noche prima, la primera realmente merecedora de tal nombre (el 2 añade a su cualidad de primo la de ser par, y esa suma lo convierte en algo aburrido, así que quedó descartado pronto), me parece que mi poco reflexionada promesa de alimentar los turbios arrebatos del lector con relatos onanistas, a ritmo del metrónomo de los primos, me viene algo grande. Un par de intentos apresurados no han llegado más que a producir unas cuantas líneas confusas, sin mucha gracia… y demasiado guarras.
Aunque quizás no, quién sabe, todavía queda día… ;)
Hablando del día, no se me olvida que, como marca la tradición impuesta al alimón por el imbatible binomio Iglesia-Corte Inglés, hoy es el día de nuestras santas madres. Así que, ¡alborozo, celebración!, felicitaciones para todas ellas. Y para la mía, ¡muuuuucho más!
No, las interrupciones, los casi sí pero no, los “no jodas que ya…”, a los que hace referencia el título tratan de describir cómo fue mi día de ayer, cuyos detalles quiero compartir con vosotros. Para empezar, llovió. Aunque seguramente decir esto es una descripción algo optimista. Porque el día se levantó nublado, se mantuvo tormentoso y se volvió a acostar amenazando lluvia pero, pese a la expectación creada, al final no se decidió a llover de verdad, salvo una gota (literalmente, una) que acertó a caer sobre mi melón en cierto momento, pero que finalmente no fue acompañada por sus esperadas compañeras. En todo caso, el ambiente se refrescó, y como parece que en otras partes del distrito sí que llovió, albergamos esperanzas de no morir aquí achicharrados en los próximos días. Revisando datos en internet, por cierto, descubrí que el miércoles pasado llegamos en realidad a los 49.2 grados en el distrito de Purulia. Yo creía que esa temperatura rebasaba el punto de ebullición del ser humano.
Tras una mañana dedicada a labores docentes (aquí los sábados son lectivos), teníamos el plan de ir por la tarde a Jhalda, de compras, con Kenny y la carabina que tocara seleccionar. Pero la camioneta (la verde, la del tipo que se regocija poniéndome en el loro los últimos éxitos musicales del panorama hindi, ya las tengo todas clasificadas), según llegó a la puerta del colegio, dio un estampido, así, pum, crash!, y segundo interruptus del día, allí se quedó. Ignoro si fue la tapa del delco, la junta de la trócola o los manguitos, pero el bicho se negó a seguir su camino ni a transportar a nadie.
Visto el panorama, y según se acercaba la hora del clásico, no pude evitar pensar que al final se cumplirían mis más negros presentimientos, ¡venga el tercer interruptus del día!, ése que afectaría a la inmaculada trayectoria del equipo de mis amores, todo el año jugando de gloria para acabar en el matadero del Bernabéu. A estas alturas todo el mundo sabe que no fue así, y he dedicado la mañana a leer las crónicas… por cierto que he visto en ellas expresiones como “histórico”, “las generaciones futuras lo recordarán”, que quizás deberían estar reservadas a llegadas a la Luna o al descubrimiento de la vacuna contra la viruela, pero en fin. Descontando la pasión incontrolada de los llamados periodistas deportivos (que, salvo mi adorado Enric González, Pepe Sámano, Juanma Trueba y alguno más, no valen ni para tomar por culo; Cebrián, te lo digo por segunda vez: ¡fíchame, pero ya!), debo decir que estoy contento, claro. Más que por el resultado tenístico (aunque no suena mal, reconozco), por lo que parece haber sido una exhibición de estética, buen gusto y sentido operístico del fútbol. ¡Bien por mis chavales! Aunque conozco de la importancia del sudor, el esfuerzo y el convencimiento en este juego (ninguno de ellos me adornó durante mi carrera futbolística, por eso los sé apreciar como merecen), ya era hora de que se reconociera que lo que aquí cuenta es jugar bien el balón y hacer disfrutar a la gente, con el añadido de la cuota de respeto por el contrario que me parece destila el Guardiola team. La elegancia, desde Petronio y Beau Brummell, es un grado. Celebrémosla.
Pero aunque el resultado final no fue el interruptus que temía, la forma en que lo viví sí, y muy divertido. Como sabéis, la conexión que tengo aquí a internet es antediluviana (ay, cómo me gusta la versión alternativa, divertido patadón al diccionario, esa sonora y visual “antidiluviana”, no puedo evitar imaginarme a un tipo allí, enfrentado él solo al diluvio que viene, ¿lo están viendo?). Acostumbrado a ADSLs, bandas anchas, velocidades ultrasónicas, esta conexión a la antigua usanza, la de aquellos tiempos del módem 256K, me exaspera, me pone completamente negro (justo el color que no consigo acabar de pillar aquí, que sol no nos falta, pero pudor y prohibiciones de mostrar mucha carne nos sobran; moreno de obrero y basta). Organización: abrimos la Ser, ¡paaaartido de la jornada, dále, Manolo! Al tiempo, abrimos una página, puede ser el As, El País, quizás hasta algún deportivo polaco, una de ésas que van poniendo lo que va pasando cada minuto. Porque la conexión con la Ser es intermitente: contacting to media, opening media, buffering 25%, 46%, 90%, “espera, esperaaaa, que la coge Meeesi, ojo que se va de Cannavaro, toca para Iniesta”… (interruptus) contacting to media, opening media, buffering 15%, 54%, 97% “Cañizares, ¿cómo ves al Madrid?”. Pero, ¡coño!, ¿y entre medias qué ha pasado? ¡Qué desazón, qué nervios! Me voy a otra pagina, actualizar, venga, cabronaza, actualiza rápido, que estaba atacando el Madrid. ¡Gooooooool de Higuaín!, cagüenla, ni 15 minutos, ya empezamos, esto es el fin. Al menos no tengo que soportar a Manolo Lama con lo de “goooooool del que nunca hace nada”. Me pongo nervioso, se impone un paseo, salgo de la habitación, más que nada por airearme, que entre la temperatura ambiente y la que sumo yo con mis nervios, empieza a ser un cocedero de mariscos. Vuelvo, la Ser trying to reconnect, venga por Dios, miro la otra pagina, ¡1-1!, Henry, vida mía, pero si estabas más acabado que la Falange, qué bueno que despiertes hoy. La Ser conecta por fin, “Goooooool del Barcelona”, pues si que están buenos éstos, van con retraso. Ay, que no, que es el segundo, no me lo creo. ¡Y el tercero, Messi!, aunque en éste tardo en enterarme, pues se corta a cada dos palabras y temo que haya sido el empate. Pero no, así siguen cayendo, en un continuo goteo que yo vivo con incredulidad e aleatorias interrupciones de la conexión. En cierto momento, una frase del comentarista me deja de lo más tranquilo: “señores, esto es una exhibición”. Pues eso, ¿a quien le importa si al final no se gana? Aunque se ganó, por lo que cuentan (y apenas pude entreoir) muy bien además. Ahora, a ver si podemos con los toscos del Chelsea.
Eso será la semana que viene, una semana de lo más particular aquí. Ya estamos en mayo, y he empezado a contar, por vez primera, los días para atrás. Solo algo más de, ¡ay!, 20 días me quedan aquí, y con una pila de cosas por hacer (que, a poco que necesite la colaboración de algún local, no me dará tiempo a terminar, seguro). Para empezar, la semana que viene me quedo casi solo en el colegio, Didi Vratiisha se marcha a Purulia, pues tiene los exámenes (está estudiando el degree en homeopatía), y Sunita se va a su casa a votar y a ver a su familia. Mis dos bastiones me abandonan, que será de mí. Bueno, ya nos apañaremos. Luego, el fin de semana, mi cumple (habrá celebración) y la boda de Sibani (¡boda tribal!). Lo digo por si los ansiosos están echando cuentas de los posts que vienen por delante. Cumple, boda y viaje a la playa son los próximos éxitos de taquilla (estrenos en las próximas semanas). Junto con los tantas veces postergados sobre Sunita, las castas, más detalles sobre la vida en el colegio y muuuuuuchas fotos, creo que aún harán que estéis pendientes de esta ventanita. Y bueno, quizás entre medias haya alguna sorpresilla más ;)
Besos a todos.
PS: Una petición al margen: ¿alguien por ahí puede hacerse con una versión de Windows (XP, por ejemplo), pero que esté en inglés? Si es así, que me ponga un mail y ya arreglamos los detalles de envío.
Election’s Day
Hoy, 30 de abril, estamos de elecciones en este distrito. Son las elecciones generales, de las que saldrá la nueva composición del Parlamento indio y, a la postre, el nuevo Presidente del país. Así que he visto conveniente dedicar el post a este asunto. Incluiré algo de información, en tono enciclopédico primero, sobre el sistema electoral indio, para pasar después al registro de mi actividad periodística en las elecciones en Kathanga.
La India es la mayor democracia del mundo, más de 700 millones de personas están llamadas a votar cada cinco años. Para darnos una idea, en las elecciones al Parlamento europeo, que son las siguientes en magnitud, vota como la mitad de gente. De esos 700 millones, el 48% son mujeres (la India es de los pocos países en los que hay más hombres que mujeres, el lector podrá imaginarse por qué si ha seguido con interés algún post anterior sobre prácticas de selección de sexo). El porcentaje de población joven es también abrumador. Solo he encontrado datos parciales de participación, pero extrapolando podría decir que participa en torno al 60%, lo que da unos cuantos cientos de millones de votos. Las elecciones se celebran en varias fases, cada estado o distrito lo hace en una fecha. Hoy toca en varios distritos de West Bengal, pero seguirá habiendo elecciones en otros lugares hasta mayo (el 16 de mayo se darán a conocer los resultados). Afortunadamente, desde el 2000 se vota con un sistema electrónico, hay como un millón de mesas electorales repartidas por todo el país, en las que cada elector decide su voto simplemente presionando un botón. Aunque no he podido verlo en directo (luego contaré por qué), parece ser que, una vez identificado, el votante pasa a una habitación donde hay un panel en el que figuran los nombres de los partidos, el símbolo que los representa (especial para votantes iletrados), y el botón correspondiente. Presionas el botón, suena un pitido, y está hecho. Después, te marcan un dedo de la mano con tinta para asegurarse de que no reincides. Cada elector tiene una tarjeta de identificación, emitida por una comisión electoral, lo que me hace pensar que hay un trámite previo para registrarse (así que no creo que todo el mundo esté realmente registrado; por otro lado, hacer un censo serio aquí parece tarea descabellada).
La campaña electoral en West Bengal ha sido especialmente movidita. Parece ser que por la zona circulan unos tipos, no sé si partido político, grupo terrorista o qué, los “maoístas” (¡maoístas!, creía que el libro rojo ya había pasado a ser pieza de museo), al parecer una antigua escisión del Partido Comunista (CPM) que se dedica a armar jaleo. Como parte de ese jaleo, durante la campaña se han cepillado como a 40 candidatos del CPM (visto el tono último del blog, aclaro que cepillarse significa aquí cargarse, matar), en balaceras por poblados cercanos. Lo que dio lugar al siguiente razonamiento de una de las Didis: los maoístas deben de ser capitalistas (nombre que, por contraposición, asignan al Partido del Congreso, más o menos de centro), porque sólo matan comunistas, que son los rivales de los capitalistas. Flagrante falacia lógica (¿non sequitur?, ¿post hoc, ergo propter hoc?, aaaay, ¿dónde se quedaron mis conocimientos de lógica?) que revela un alto grado de ingenuidad -y desconocimiento- políticos. Las Didis, por cierto, tienen una tirria considerable a los comunistas, que como os dije alguna vez son los que ganan en este Estado. Parece ser que los Ananda Marga se las tuvieron tiesas con el Gobierno en el pasado, y que de aquellos polvos, estos lodos (nota bene: el uso de tiesas y polvos en esta frase no debe malinterpretarse). Sunita, sin embargo, se nos confesó a Arni y a mí como votante comunista, aprovechando un rato en el que no había Didis cerca. Por eludir barrocas digresiones sobre política occidental y sutiles distinciones que habrían sobrepasado el nivel de inglés que manejamos con ella, tanto Arni como yo nos declaramos también simpatizantes: a ver, bueno, sí, más o menos, ¡venga, sí, Sunita, nosotros también! Las encuestas, por cierto, apuntan a que el ganador de estas elecciones será el Partido del Congreso, aunque probablemente necesitará, para gobernar, el apoyo de otros partidos. Que los hay de todo tipo: partidos regionalistas, otros ligados a las castas, algunos de corte religioso, etc. En fin, un lío.
Como a las 8 de la mañana, mientras daba cuenta de la abundante ración de tostadas con la que me pongo a tono por las mañanas (hoy no teníamos clase, por eso me dejaron remolonear algo más en la cama), Didi me dijo que se iba a votar, en la Vespa que utiliza a veces para desplazarse (de traca, la imagen de Kenny-South Park motorizado). Como no está autorizada a llevarme de paquete, y dado que no quería perderme el acontecimiento, agarré una bici y me dispuse a seguirla. Os imaginaréis que la bici en cuestión, salvo por tener dos ruedas y manillar, no se parece en nada a una mountain bike. Aún así, tras añadir algo de presión a las ruedas, me dispuse a iniciar mi primera incursión ciclista por la zona. En realidad, apenas un kilómetro hasta la escuela publica de Kathanga, pero entre los infernales caminos, el horroroso calor que ya empezaba a hacer y unos desarrollos que ya quería yo ver mover a Amstrong (solo mi poderoso y musculado tren inferior me permitió superar la prueba; ah, no, que de eso no gasto, que lo mío son canillas)… debo reconocer que casi me un vahído por el camino. Pero llegué, y lo que sigue es la crónica de lo que vi. Primero, grupos de personas que se acercaban al colegio desde los alrededores (serán cuatro casuchas las que hay en la zona, pero se ve que viven como 8000 personas en los alrededores de Kathanga, ¿dónde se meten?), andando por estos caminos polvorientos, provistos de paraguas la mayor parte de ellos (obviamente, no para la lluvia), siempre elegantes en sus sarees las mujeres, lamentables los hombres en sus vestimentas que tratan de imitar lo occidental. Personas que celebraban con sorpresa mi centelleante aparición a los mandos de la máquina (también de traca, imagino, la estampa del occidental pedalizado) y que amablemente me señalaban el camino cuando preguntaba ¿elections? Luego, al llegar a la Escuela, colas interminables de gente (todas metiditas en los soportales, desafiando una vez más las nociones de espacio y densidad), esperando su turno para votar. Tras dejar la bici aparcada (con notables dificultades para apañarme con el candado), me fui para allá, alegremente, pero, ¡con la Iglesia hemos topado!, o más bien con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (¿pero no podrían inventar un nombre más corto?), pues al paso me salió el madero de turno (estaba plagado aquello de policías, se ve que no se fiaban de que a última hora a los maoístas no les diera por hacer alguna otra barrabasada) quien, con buenos modales, eso sí, pero con intransigencia reglamentaria, me prohibió la entrada al recinto, enumerando toda la lista de leyes, directivas, reglamentos y hasta disposiciones transitorias que pudo exhibir. De nada valieron mis súplicas, mis argumentos de que venía de muy lejos, de que era una oportunidad única, mis sutiles invitaciones a que hiciera una excepción: ¡ni hablar!, artículo 33, barra 48, no se puede y no se puede. Así que me quedé con las ganas de presenciar el proceso, ver en acción las maquinitas y a las mujeres tribales votando. ¡Qué lástima!
Visto el panorama, me puse a pasear por los alrededores, y enseguida un par de policías me abordaron para preguntarme que de dónde venia, etc. Conseguí pegar la hebra con estos dos, que eran más simpáticos y menos reglamentistas, y me explicaron datos variados sobre los sistemas de votación y las peculiaridades de la zona. Luego me acerqué a las dos tiendecillas, una del partido comunista y otra del Congreso, en las que se arremolinaba bastante gente, más por guarecerse del solazo que por afinidad política, sospecho. No me enteré bien para qué estaban allí, quizás para conseguir convencer a algún in
deciso, las racioncitas de arroz dulce que repartían podrían ayudar, o como interventores del proceso. Pero en todos sitios me invitaron a entrar, sentarme, compartir unos garbancillos secos y observar lo que iban haciendo (en la foto, dos chavales posan con gorritas del Congreso). Un tipo joven, con algún conocimiento de inglés, me invitó a seguirle un poco más allá, y a la sombra de un árbol estuvimos departiendo, cuatro o cinco, sobre diversos asuntos. De la conversación solo saqué en claro una invitación formal a unirme a los partidos de cricket (¡ese apasionante deporte!) del equipo que tenían montado: 5 pm, every afternoon, in Kathanga. Para entonces, Didi ya había salido de votar y em
prendimos el camino de vuelta, ella disparada en su bólido, yo apurado en mi cascajo. Pero antes de irme, y subrepticiamente, saqué una foto de las colas frente al colegio electoral, al fondo se pueden apreciar. Por cierto, el moreno que se está acabando de zampar mi bolsa de garbancitos es el que me instaló el ventilador en la habitación, al verme se puso muy contento y fue mi sombra durante toda la jornada. No habla ni papa de inglés, pero se prestó solícito a vigilar que no hubiera poli mirando mientras hacía las fotos (agua -jol en bengalí- supongo que tenía preparado).
De vuelta al colegio, me dio tiempo a pararme y a tomar unas fotos que dan fe de los estragos que está causando la sequía por aquí (e
n realidad, lo reconozco, es que estaba fundido tras subir una cuesta, y mientras descansaba, oye, pues una fotito). Lo que se ve (o intuye) a la izquierda es una de las insalubres lagunillas en las que los habitantes de los poblados solían tomar sus baños diarios, ahora convertida solo en terreno cuarteado. Como ya os he dicho alguna vez, yo no sé lo que va a pasar como no llueva. Al menos nosotros tenemos pozo propio, que aunque no está en sus mejores momentos, todavía nos garantiza el abastecimiento para beber. Pero, ¿esta gente?
Finalizo el post con una curiosidad, una i
magen para ilustrar los efectos de las altísimas temperaturas que estamos teniendo. Vean cómo quedó, un día que dejé la ventana abierta y el viento caluroso golpeó con intensidad, la vela que tengo en la mesa, ésa que sirve para iluminarme en mis relatos nocturnos durante los momentos en los que la luz se va. Aunque ahora que me paro a mirar la foto detenidamente, y visto cómo está el patio en este blog… espero que a nadie le dé por establecer nuevas asociaciones de índole sexual, jaaaa
¡Feliz puente!
La India es la mayor democracia del mundo, más de 700 millones de personas están llamadas a votar cada cinco años. Para darnos una idea, en las elecciones al Parlamento europeo, que son las siguientes en magnitud, vota como la mitad de gente. De esos 700 millones, el 48% son mujeres (la India es de los pocos países en los que hay más hombres que mujeres, el lector podrá imaginarse por qué si ha seguido con interés algún post anterior sobre prácticas de selección de sexo). El porcentaje de población joven es también abrumador. Solo he encontrado datos parciales de participación, pero extrapolando podría decir que participa en torno al 60%, lo que da unos cuantos cientos de millones de votos. Las elecciones se celebran en varias fases, cada estado o distrito lo hace en una fecha. Hoy toca en varios distritos de West Bengal, pero seguirá habiendo elecciones en otros lugares hasta mayo (el 16 de mayo se darán a conocer los resultados). Afortunadamente, desde el 2000 se vota con un sistema electrónico, hay como un millón de mesas electorales repartidas por todo el país, en las que cada elector decide su voto simplemente presionando un botón. Aunque no he podido verlo en directo (luego contaré por qué), parece ser que, una vez identificado, el votante pasa a una habitación donde hay un panel en el que figuran los nombres de los partidos, el símbolo que los representa (especial para votantes iletrados), y el botón correspondiente. Presionas el botón, suena un pitido, y está hecho. Después, te marcan un dedo de la mano con tinta para asegurarse de que no reincides. Cada elector tiene una tarjeta de identificación, emitida por una comisión electoral, lo que me hace pensar que hay un trámite previo para registrarse (así que no creo que todo el mundo esté realmente registrado; por otro lado, hacer un censo serio aquí parece tarea descabellada).
La campaña electoral en West Bengal ha sido especialmente movidita. Parece ser que por la zona circulan unos tipos, no sé si partido político, grupo terrorista o qué, los “maoístas” (¡maoístas!, creía que el libro rojo ya había pasado a ser pieza de museo), al parecer una antigua escisión del Partido Comunista (CPM) que se dedica a armar jaleo. Como parte de ese jaleo, durante la campaña se han cepillado como a 40 candidatos del CPM (visto el tono último del blog, aclaro que cepillarse significa aquí cargarse, matar), en balaceras por poblados cercanos. Lo que dio lugar al siguiente razonamiento de una de las Didis: los maoístas deben de ser capitalistas (nombre que, por contraposición, asignan al Partido del Congreso, más o menos de centro), porque sólo matan comunistas, que son los rivales de los capitalistas. Flagrante falacia lógica (¿non sequitur?, ¿post hoc, ergo propter hoc?, aaaay, ¿dónde se quedaron mis conocimientos de lógica?) que revela un alto grado de ingenuidad -y desconocimiento- políticos. Las Didis, por cierto, tienen una tirria considerable a los comunistas, que como os dije alguna vez son los que ganan en este Estado. Parece ser que los Ananda Marga se las tuvieron tiesas con el Gobierno en el pasado, y que de aquellos polvos, estos lodos (nota bene: el uso de tiesas y polvos en esta frase no debe malinterpretarse). Sunita, sin embargo, se nos confesó a Arni y a mí como votante comunista, aprovechando un rato en el que no había Didis cerca. Por eludir barrocas digresiones sobre política occidental y sutiles distinciones que habrían sobrepasado el nivel de inglés que manejamos con ella, tanto Arni como yo nos declaramos también simpatizantes: a ver, bueno, sí, más o menos, ¡venga, sí, Sunita, nosotros también! Las encuestas, por cierto, apuntan a que el ganador de estas elecciones será el Partido del Congreso, aunque probablemente necesitará, para gobernar, el apoyo de otros partidos. Que los hay de todo tipo: partidos regionalistas, otros ligados a las castas, algunos de corte religioso, etc. En fin, un lío.
Como a las 8 de la mañana, mientras daba cuenta de la abundante ración de tostadas con la que me pongo a tono por las mañanas (hoy no teníamos clase, por eso me dejaron remolonear algo más en la cama), Didi me dijo que se iba a votar, en la Vespa que utiliza a veces para desplazarse (de traca, la imagen de Kenny-South Park motorizado). Como no está autorizada a llevarme de paquete, y dado que no quería perderme el acontecimiento, agarré una bici y me dispuse a seguirla. Os imaginaréis que la bici en cuestión, salvo por tener dos ruedas y manillar, no se parece en nada a una mountain bike. Aún así, tras añadir algo de presión a las ruedas, me dispuse a iniciar mi primera incursión ciclista por la zona. En realidad, apenas un kilómetro hasta la escuela publica de Kathanga, pero entre los infernales caminos, el horroroso calor que ya empezaba a hacer y unos desarrollos que ya quería yo ver mover a Amstrong (solo mi poderoso y musculado tren inferior me permitió superar la prueba; ah, no, que de eso no gasto, que lo mío son canillas)… debo reconocer que casi me un vahído por el camino. Pero llegué, y lo que sigue es la crónica de lo que vi. Primero, grupos de personas que se acercaban al colegio desde los alrededores (serán cuatro casuchas las que hay en la zona, pero se ve que viven como 8000 personas en los alrededores de Kathanga, ¿dónde se meten?), andando por estos caminos polvorientos, provistos de paraguas la mayor parte de ellos (obviamente, no para la lluvia), siempre elegantes en sus sarees las mujeres, lamentables los hombres en sus vestimentas que tratan de imitar lo occidental. Personas que celebraban con sorpresa mi centelleante aparición a los mandos de la máquina (también de traca, imagino, la estampa del occidental pedalizado) y que amablemente me señalaban el camino cuando preguntaba ¿elections? Luego, al llegar a la Escuela, colas interminables de gente (todas metiditas en los soportales, desafiando una vez más las nociones de espacio y densidad), esperando su turno para votar. Tras dejar la bici aparcada (con notables dificultades para apañarme con el candado), me fui para allá, alegremente, pero, ¡con la Iglesia hemos topado!, o más bien con las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado (¿pero no podrían inventar un nombre más corto?), pues al paso me salió el madero de turno (estaba plagado aquello de policías, se ve que no se fiaban de que a última hora a los maoístas no les diera por hacer alguna otra barrabasada) quien, con buenos modales, eso sí, pero con intransigencia reglamentaria, me prohibió la entrada al recinto, enumerando toda la lista de leyes, directivas, reglamentos y hasta disposiciones transitorias que pudo exhibir. De nada valieron mis súplicas, mis argumentos de que venía de muy lejos, de que era una oportunidad única, mis sutiles invitaciones a que hiciera una excepción: ¡ni hablar!, artículo 33, barra 48, no se puede y no se puede. Así que me quedé con las ganas de presenciar el proceso, ver en acción las maquinitas y a las mujeres tribales votando. ¡Qué lástima!
Visto el panorama, me puse a pasear por los alrededores, y enseguida un par de policías me abordaron para preguntarme que de dónde venia, etc. Conseguí pegar la hebra con estos dos, que eran más simpáticos y menos reglamentistas, y me explicaron datos variados sobre los sistemas de votación y las peculiaridades de la zona. Luego me acerqué a las dos tiendecillas, una del partido comunista y otra del Congreso, en las que se arremolinaba bastante gente, más por guarecerse del solazo que por afinidad política, sospecho. No me enteré bien para qué estaban allí, quizás para conseguir convencer a algún in
deciso, las racioncitas de arroz dulce que repartían podrían ayudar, o como interventores del proceso. Pero en todos sitios me invitaron a entrar, sentarme, compartir unos garbancillos secos y observar lo que iban haciendo (en la foto, dos chavales posan con gorritas del Congreso). Un tipo joven, con algún conocimiento de inglés, me invitó a seguirle un poco más allá, y a la sombra de un árbol estuvimos departiendo, cuatro o cinco, sobre diversos asuntos. De la conversación solo saqué en claro una invitación formal a unirme a los partidos de cricket (¡ese apasionante deporte!) del equipo que tenían montado: 5 pm, every afternoon, in Kathanga. Para entonces, Didi ya había salido de votar y em
prendimos el camino de vuelta, ella disparada en su bólido, yo apurado en mi cascajo. Pero antes de irme, y subrepticiamente, saqué una foto de las colas frente al colegio electoral, al fondo se pueden apreciar. Por cierto, el moreno que se está acabando de zampar mi bolsa de garbancitos es el que me instaló el ventilador en la habitación, al verme se puso muy contento y fue mi sombra durante toda la jornada. No habla ni papa de inglés, pero se prestó solícito a vigilar que no hubiera poli mirando mientras hacía las fotos (agua -jol en bengalí- supongo que tenía preparado).De vuelta al colegio, me dio tiempo a pararme y a tomar unas fotos que dan fe de los estragos que está causando la sequía por aquí (e
n realidad, lo reconozco, es que estaba fundido tras subir una cuesta, y mientras descansaba, oye, pues una fotito). Lo que se ve (o intuye) a la izquierda es una de las insalubres lagunillas en las que los habitantes de los poblados solían tomar sus baños diarios, ahora convertida solo en terreno cuarteado. Como ya os he dicho alguna vez, yo no sé lo que va a pasar como no llueva. Al menos nosotros tenemos pozo propio, que aunque no está en sus mejores momentos, todavía nos garantiza el abastecimiento para beber. Pero, ¿esta gente?Finalizo el post con una curiosidad, una i
magen para ilustrar los efectos de las altísimas temperaturas que estamos teniendo. Vean cómo quedó, un día que dejé la ventana abierta y el viento caluroso golpeó con intensidad, la vela que tengo en la mesa, ésa que sirve para iluminarme en mis relatos nocturnos durante los momentos en los que la luz se va. Aunque ahora que me paro a mirar la foto detenidamente, y visto cómo está el patio en este blog… espero que a nadie le dé por establecer nuevas asociaciones de índole sexual, jaaaa¡Feliz puente!
A vuelapluma
Comienzo este post sin una idea muy clara de lo que os voy a contar, mientras espero pacientemente que dé aquí la medianoche y empiece el partido contra el Chelsea. Por cierto, aunque agradezco vuestros desvelos por informarme de la actualidad futbolera en España, debo deciros que la sigo puntualmente. Aunque a pedales, mi conexión de Internet me llega para leerme los periódicos patrios. Y qué mejor actividad intelectual que ojear el As por las mañanas. Me reconozco en ello, además, cierto punto masoquista, pues hasta me leo los artículos de los Roncero de turno, que consiguen encresparme el ánimo con su madridismo feroz y desnortado. Lo que me recuerda a esas mañanas, camino de la Autónoma en el coche, cuando a veces sintonizo a Jiménez Losantos con el declarado objetivo de que me hierva la sangre y conseguir así despejarme la modorra mañanera (sé que esta táctica es empleada por más gente, nunca sabrá el inefable Losantos los servicios que presta a la sociedad, al menos como despertador). Aunque sospecho que, más que informarme, lo que pretenden mis corresponsales deportivos (en particular, los madrrrrilistas) es perturbar mi espíritu, aquí tan imbuido de oooommm, recordándome continuamente que la cuota de suerte del equipo blanco no tiene límite, y amenazándome con tener que aguantar otra visita a la Cibeles. ¿Será posible que la exhibición de estética y buen gusto que el Barca guardiolesco lleva ofreciendo todo el año no se vea recompensada con títulos? Ay, el tradicional pesimismo blaugrana ya me hace pensar lo peor. Porque los deleites estéticos son transitorios, se los lleva el viento y el tiempo, los títulos permanecen (qué pena, ¿no?, quizás debería ser al revés).
Pero dejemos el fútbol, y pasemos al sexo (jurgol y tías, ¡qué binomio!), en particular a la última aventura nocturna y prima. Que ha batido ampliamente el récord de comentarios, en nueva constatación de las fuerzas que realmente mueven el mundo. Por cierto, haya paz entre los bloggers, que tampoco lo de mirar a Cuenca es sabiduría universal (por cierto, ¿qué episodio o razón geográfica habrá hecho protagonista a mi ciudad natal de esta frase?), yo más bien había oído siempre lo de mirando a Toledo o incluso a la Meca (esta última si me cuadra, ¿veis?, porque la propia postura de rezo invita al asalto y posterior ultraje, jaaaaa). Evitaré insistir en las interpretaciones homoeróticas que algunos hicieron del relato, pues ya tuve oportunidad de comentarlas en el blog. Solo espero que el título de este post no invite a más asociaciones homo-lingüísticas, jaaaa. Visto el éxito obtenido, quizás inaugure sección clasificada X en el blog. Alguien, con buen criterio y notable imaginación, me proponía celebrar cada noche prima con un relato, bastaría microrrelato, subidito de tono. Algún otro, en tono más práctico y profiláctico, me recordaba que, teniendo en cuenta que por aquí tenemos como 45 grados, tampoco era cuestión de elevar más la temperatura, jaaaa. Aunque quizás por allí, como creo que andáis pelados de frío, no os vengan mal los calentones, jejeje. Ya veré. En todo caso, tendré que buscarme nuevos temas y personajes, que S y Dada ya empiezan a estar muy vistos (ey, ¿y qué tal un tercer personaje, espectador involuntario, pero finalmente voyeur y entusiasta onanista, de las andanzas de estos dos?, mmm, me lo pensaré).
Ah, sobre el asunto de los padrinazgos, aún debo pediros algo más de paciencia, todavía estoy con la confección de las fichas y recopilando de datos, quizás mañana consiga tenerlo todo y pueda mandároslo (por cierto, vuestra respuesta ha sido espléndida y creo que podremos atender a todas las nenas que lo necesitan). Pero aquí va todo taaaan lento, uno nunca sabe si lo que se había previsto hacer para las 11 de hoy acabará haciéndose a las 11, pero quizás de mañana, o cuándo. En realidad aquí uno no se entera de lo que está pasando o de lo que no está pasando, Arnie y yo hemos acuñado una expresión para resumir nuestra actividad cotidiana, the art of guessing: adivinar si cuando te dicen que sí es que sí o que no; descifrar si el encargo que te hicieron ayer sigue vigente hoy o cambió por razones desconocidas; desvelar si una de tus propuesta es recibida con alegría o con incomodidad. Están vigentes unos códigos de comunicación que, todavía para mí, son arcanos inescrutables. Pero en fin, me voy acostumbrando.
Por cierto que Arnie se va mañana, y quizás eso altere mi dinámica en el colegio. Al fin y al cabo, ella ha servido de vínculo y cadena de transmisión en muchas cosas, aunque sólo sea porque contaba con la prerrogativa de poder acceder a las zonas que a mí me están vedadas. Pero es que además ha sido una compañía estupenda, es una mujer magnífica, ya os hablaré de ella con detalle en un post que anda por ahí cociéndose -pero sin alcanzar todavía el punto- sobre los voluntarios en la India. Me dicen que a mediados de mayo llegarán un par de voluntarios, una pareja, creo que canadienses, veremos cómo son. Pero hasta entonces estaré solo aquí, enfrentado a esta jauría femenina, jejeje. Hoy, por cierto, celebramos una sesión de despedida para Arni en la que, junto a unas cuantas actuaciones de las nenas (los consabidos bailes, que no por vistos dejan de emocionar), representamos lo que aquí llaman un “drama”, es decir, un teatrillo en el que llevamos trabajando unos días con la Class 5. Que no era más que la historieta de Caperucita Roja, pasada por el tamiz indio (Red Riding Hood, parece ser que se dice en inglés; en algún momento os listaré las numerosas palabras en inglés que estoy aprendiendo aquí, todas ellas de utilidad harto dudosa, pero que al menos compensan el dramático empobrecimiento gramatical en mi uso de la lengua shakespeariana). Tras pasar este filtro, la madre de Caperucita ha acabado vistiendo saree, la abuela blandiendo un bastón, casi cayado, y los eventuales transeúntes del bosque se han transmutado en Didis anaranjadas. Finalmente, la caza final de lobo se ha convertido en una coreografía bailada, con aires de película de Bollywood, en la que lobo por un lado, Caperucita y sus secuaces por otro, se alternaban en su persecución a los sones del infernal ritmo de la “tabla” que tocaba este servidor. Además del indudable mérito que tiene, para estas nenas tan pequeñas, que la obra fuera en inglés, debo decir que lo han hecho muy bien. Pese a que los ensayos no invitaban al optimismo (sonará estúpido, pero una vez metido en el papel de director de escena, me llegaba a cabrear a veces con mis actrices, ¡más pasión, más nervio!, les pedía, jaaaa, qué coño estará diciendo éste, supongo que pensaban), a la hora de la verdad las nenas se han venido arriba y han completado una actuación feliz, que ha sido ruidosamente celebrada por el público. La cosa ha terminado con la entrega de unos regalos que había comprado Arni para las nenas, a la que ellas han correspondido con unos pequeños discursos (algunos en bengalí, con traducción simultánea, las mayores en inglés). Discursos emotivos, lindísimos, en los que a duras penas he podido evitar alguna lágrima. No tanto por el momento en sí, sino más bien al imaginarme lo que ocurrirá cuando sea yo el que me vaya. Que está a menos de un mes, parece mentira, tan lejos, y tan cerca. ¡Ay!
Pero dejemos la nostalgia, que la bola ya rueda por el Camp Nou. A ver si logro sintonizar la Ser, ¡Pepe, un purito!
Y que Baba (o el árbitro, en su defecto) nos ayude.
Buenas noches.
Pero dejemos el fútbol, y pasemos al sexo (jurgol y tías, ¡qué binomio!), en particular a la última aventura nocturna y prima. Que ha batido ampliamente el récord de comentarios, en nueva constatación de las fuerzas que realmente mueven el mundo. Por cierto, haya paz entre los bloggers, que tampoco lo de mirar a Cuenca es sabiduría universal (por cierto, ¿qué episodio o razón geográfica habrá hecho protagonista a mi ciudad natal de esta frase?), yo más bien había oído siempre lo de mirando a Toledo o incluso a la Meca (esta última si me cuadra, ¿veis?, porque la propia postura de rezo invita al asalto y posterior ultraje, jaaaaa). Evitaré insistir en las interpretaciones homoeróticas que algunos hicieron del relato, pues ya tuve oportunidad de comentarlas en el blog. Solo espero que el título de este post no invite a más asociaciones homo-lingüísticas, jaaaa. Visto el éxito obtenido, quizás inaugure sección clasificada X en el blog. Alguien, con buen criterio y notable imaginación, me proponía celebrar cada noche prima con un relato, bastaría microrrelato, subidito de tono. Algún otro, en tono más práctico y profiláctico, me recordaba que, teniendo en cuenta que por aquí tenemos como 45 grados, tampoco era cuestión de elevar más la temperatura, jaaaa. Aunque quizás por allí, como creo que andáis pelados de frío, no os vengan mal los calentones, jejeje. Ya veré. En todo caso, tendré que buscarme nuevos temas y personajes, que S y Dada ya empiezan a estar muy vistos (ey, ¿y qué tal un tercer personaje, espectador involuntario, pero finalmente voyeur y entusiasta onanista, de las andanzas de estos dos?, mmm, me lo pensaré).
Ah, sobre el asunto de los padrinazgos, aún debo pediros algo más de paciencia, todavía estoy con la confección de las fichas y recopilando de datos, quizás mañana consiga tenerlo todo y pueda mandároslo (por cierto, vuestra respuesta ha sido espléndida y creo que podremos atender a todas las nenas que lo necesitan). Pero aquí va todo taaaan lento, uno nunca sabe si lo que se había previsto hacer para las 11 de hoy acabará haciéndose a las 11, pero quizás de mañana, o cuándo. En realidad aquí uno no se entera de lo que está pasando o de lo que no está pasando, Arnie y yo hemos acuñado una expresión para resumir nuestra actividad cotidiana, the art of guessing: adivinar si cuando te dicen que sí es que sí o que no; descifrar si el encargo que te hicieron ayer sigue vigente hoy o cambió por razones desconocidas; desvelar si una de tus propuesta es recibida con alegría o con incomodidad. Están vigentes unos códigos de comunicación que, todavía para mí, son arcanos inescrutables. Pero en fin, me voy acostumbrando.
Por cierto que Arnie se va mañana, y quizás eso altere mi dinámica en el colegio. Al fin y al cabo, ella ha servido de vínculo y cadena de transmisión en muchas cosas, aunque sólo sea porque contaba con la prerrogativa de poder acceder a las zonas que a mí me están vedadas. Pero es que además ha sido una compañía estupenda, es una mujer magnífica, ya os hablaré de ella con detalle en un post que anda por ahí cociéndose -pero sin alcanzar todavía el punto- sobre los voluntarios en la India. Me dicen que a mediados de mayo llegarán un par de voluntarios, una pareja, creo que canadienses, veremos cómo son. Pero hasta entonces estaré solo aquí, enfrentado a esta jauría femenina, jejeje. Hoy, por cierto, celebramos una sesión de despedida para Arni en la que, junto a unas cuantas actuaciones de las nenas (los consabidos bailes, que no por vistos dejan de emocionar), representamos lo que aquí llaman un “drama”, es decir, un teatrillo en el que llevamos trabajando unos días con la Class 5. Que no era más que la historieta de Caperucita Roja, pasada por el tamiz indio (Red Riding Hood, parece ser que se dice en inglés; en algún momento os listaré las numerosas palabras en inglés que estoy aprendiendo aquí, todas ellas de utilidad harto dudosa, pero que al menos compensan el dramático empobrecimiento gramatical en mi uso de la lengua shakespeariana). Tras pasar este filtro, la madre de Caperucita ha acabado vistiendo saree, la abuela blandiendo un bastón, casi cayado, y los eventuales transeúntes del bosque se han transmutado en Didis anaranjadas. Finalmente, la caza final de lobo se ha convertido en una coreografía bailada, con aires de película de Bollywood, en la que lobo por un lado, Caperucita y sus secuaces por otro, se alternaban en su persecución a los sones del infernal ritmo de la “tabla” que tocaba este servidor. Además del indudable mérito que tiene, para estas nenas tan pequeñas, que la obra fuera en inglés, debo decir que lo han hecho muy bien. Pese a que los ensayos no invitaban al optimismo (sonará estúpido, pero una vez metido en el papel de director de escena, me llegaba a cabrear a veces con mis actrices, ¡más pasión, más nervio!, les pedía, jaaaa, qué coño estará diciendo éste, supongo que pensaban), a la hora de la verdad las nenas se han venido arriba y han completado una actuación feliz, que ha sido ruidosamente celebrada por el público. La cosa ha terminado con la entrega de unos regalos que había comprado Arni para las nenas, a la que ellas han correspondido con unos pequeños discursos (algunos en bengalí, con traducción simultánea, las mayores en inglés). Discursos emotivos, lindísimos, en los que a duras penas he podido evitar alguna lágrima. No tanto por el momento en sí, sino más bien al imaginarme lo que ocurrirá cuando sea yo el que me vaya. Que está a menos de un mes, parece mentira, tan lejos, y tan cerca. ¡Ay!
Pero dejemos la nostalgia, que la bola ya rueda por el Camp Nou. A ver si logro sintonizar la Ser, ¡Pepe, un purito!
Y que Baba (o el árbitro, en su defecto) nos ayude.
Buenas noches.
Dada y las noches primas
Algunas noches, Dada viene a mi habitación. Yo he estado yendo a la suya una de cada dos, siempre que Sibani, que duerme cerca de la puerta, marcha a su casa del poblado y nadie puede oirme salir. Luego vuelvo, silenciosamente, antes de que las niñas se despierten. Una noche oí ruidos en mi ventana, como piedrecitas chocando contra el cristal. Al asomarme, lo vi, mirándome en la oscuridad. ¡Pero cómo se le ocurría!, alguien podría verle… ¡Dada, mad!, ¡Dada go!, le dije en voz muy baja. Pero él empezó a trepar por la tubería, sin hacer ruido, hasta asomarse a la ventana. Al verlo ahí, saludándome con su sonrisa, tuve que dejarle entrar. Desde entonces viene a menudo. Pero no lo hace todas las noches que Sibani duerme aquí. Vino la noche tercera, también la quinta y la séptima, pero no la novena. De nuevo la undécima y la decimotercera, pero no apareció a la siguiente. Al principio eso me molestaba, no entendía por qué, quizás es que ya no le gustaba. Pero Dada me lo explicó, me habló de unas noches especiales, prime nights o algo así les llama. Yo no sé bien de qué me habla. Creo que Dada está un poco loco. Pero me gusta.
Me gusta porque cuando estamos abrazados me habla despacio al oído, en una lengua que no es inglés, pero suena muy suave. Creo que me dice cosas bonitas, porque de vez en cuando oigo que pronuncia mi nombre, al tiempo que me besa suavemente la oreja. El resto han de ser palabras preciosas, seguro.
Me gusta cuando, a la luz de la vela, se quita la camiseta y veo su piel brillar. Me gusta repasar sus costillas con mis dedos; él siempre me atrapa la mano y me los besa, uno a uno. Acerco mi brazo al suyo y le digo Dada, coffee and milk. Nos reímos. Él me dice que mi piel es el único coffee que le gusta, pero eso ya lo sé yo.
Luego me lleva a la cama y empieza a acariciarme. La primera vez me dio mucha vergüenza, no quería que empezara a besarme por ahí. Pero Dada no paró y yo me fui dejando llevar. Poco a poco, empecé a sentir un temblor extraño en el vientre y un sopor se fue apoderando de mí. Luego creo que perdí el sentido, y solo recuerdo que quería estar apretándome fuertemente contra su cuerpo. Ahora ya no siento vergüenza cuando me besa.
A veces se pone detrás de mí. Siento su calor. Apoyo mis manos en la almohada y me balanceo a su ritmo. Me gusta notar cómo lo acelera y oir cómo su murmullo se vuelve cada vez más ronco. Un poco después, siento su pecho caer sobre mi espalda. Así nos quedamos un rato, yo soporto su peso, él se va durmiendo. Abrazado a mí. Siento cómo su respiración se hace cada vez más pausada, me da pena decirle que se tiene que ir, pero ya está amaneciendo.
Dada me ha hablado de un sabio indio, Ramanujan, que se dedicaba a contar cuántas prime nights hay. Parece ser que, según pasen los días, cada vez va a haber menos. Eso no me gusta. Ojalá Ramanujan no sea en realidad tan sabio y se haya equivocado en sus cuentas.
Me gusta porque cuando estamos abrazados me habla despacio al oído, en una lengua que no es inglés, pero suena muy suave. Creo que me dice cosas bonitas, porque de vez en cuando oigo que pronuncia mi nombre, al tiempo que me besa suavemente la oreja. El resto han de ser palabras preciosas, seguro.
Me gusta cuando, a la luz de la vela, se quita la camiseta y veo su piel brillar. Me gusta repasar sus costillas con mis dedos; él siempre me atrapa la mano y me los besa, uno a uno. Acerco mi brazo al suyo y le digo Dada, coffee and milk. Nos reímos. Él me dice que mi piel es el único coffee que le gusta, pero eso ya lo sé yo.
Luego me lleva a la cama y empieza a acariciarme. La primera vez me dio mucha vergüenza, no quería que empezara a besarme por ahí. Pero Dada no paró y yo me fui dejando llevar. Poco a poco, empecé a sentir un temblor extraño en el vientre y un sopor se fue apoderando de mí. Luego creo que perdí el sentido, y solo recuerdo que quería estar apretándome fuertemente contra su cuerpo. Ahora ya no siento vergüenza cuando me besa.
A veces se pone detrás de mí. Siento su calor. Apoyo mis manos en la almohada y me balanceo a su ritmo. Me gusta notar cómo lo acelera y oir cómo su murmullo se vuelve cada vez más ronco. Un poco después, siento su pecho caer sobre mi espalda. Así nos quedamos un rato, yo soporto su peso, él se va durmiendo. Abrazado a mí. Siento cómo su respiración se hace cada vez más pausada, me da pena decirle que se tiene que ir, pero ya está amaneciendo.
Dada me ha hablado de un sabio indio, Ramanujan, que se dedicaba a contar cuántas prime nights hay. Parece ser que, según pasen los días, cada vez va a haber menos. Eso no me gusta. Ojalá Ramanujan no sea en realidad tan sabio y se haya equivocado en sus cuentas.
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