Un poco antes de venirme para acá, fui a mi dentista para terminarme de poner una funda en una muela. Tumbado en el potro, medio adormecido por la anestesia, oía como un vago rumor sus explicaciones sobre la intervención. De repente, distinguí un “… porque el liderazgo de los caninos…”. Inmediatamente di un respingo (a punto estuve de acabar ensartado en el torno que ya giraba, amenazante) y le pedí que lo repitiera, que me explicara el término. Se ve que los dientes caninos marcan una cierta línea para la masticación, y que si la nueva funda la obstaculiza, toda la mandíbula se resiente. Tecnicismos dentales aparte, me pareció que el nombre tenía un indudable valor literario. ¿No se los imaginan, caninos por un lado, molares y premolares por otro, luchando ferozmente por imponer la línea correcta?
Pues de luchas por el liderazgo habla este post, concretamente entre Didi y mi misma mismidad, pues entre otras muchas coincidencias, compartimos un irrefrenable gusto por organizarlo todo (mangonear, dirían algunos). Tal es así, que cuando se hace necesario tomar decisiones conjuntas o establecer estrategias de acción, acabamos inevitablemente chocando. Porque yo seré un mandón, pero ella una lianta. Aunque no sabría a quién asignarle el papel de afilado canino, y a quién el de contundente y repetitivo molar. Es habitual que la perjudicada en esas luchas por el poder sea Irene, quien, sí, ya por fin está por aquí, aunque después de todo tipo de avatares.
Se suponía que Irene llegaba el sábado por la mañana, procedente de Madrid, pero perdió la conexión en Dubai. El vuelo de Emirates llegó tarde otra vez, y quizás porque el retraso fue mayor que en mi vuelo, quizás porque no goza de esa insultante forma física que me permitió cruzar los pasillos de la terminal a velocidad inaudita, ella no consiguió alcanzar el vuelo para Kolkata. Así que tuvo que esperar unas 10 horas en un hotel hasta el siguiente vuelo. Debo reconocer que al recibir la llamada –a las 4 de la mañana– que me confirmaba que no tendría que levantarme dos horas después para ir a recogerla al aeropuerto, tumbado como estaba en la comodísima cama del luxurious hotel que había reservado en Kolkata, no sentí una especial tristeza. Hay veces que el amor y la comodidad caminan perpendiculares (caninos y molares).
Hube de avisar a la Didi, que esperaba en su guarida la señal, porque se había empeñado, aprovechando que estaba en Kolkata (¿o estaba en Kolkata aprovechando que Irene llegaba?), en acompañarme al aeropuerto. Más aún, había insistido en montar allí una especie de vodevil en el que ella la recibiría en la terminal y le diría que yo no había podido ir finalmente, confiando en que Irene se indignaría, pediría el divorcio y mi pública ejecución. En ese momento, yo aparecería por sorpresa y habría final feliz, quizás con baile de Bollywood incluido. Aún reconociendo las posibilidades cómico-dramáticas de la escena, no sabía cómo explicarle que el elemento sorpresa no era tal, pues por supuesto Irene estaba al tanto de sus ardides. Pero como se lo pasaba tan bien cuando me repetía el plan una y otra vez, cual sargento que no se fía del soldado novato, había optado por seguirle la corriente. El retraso de Emirates dio al traste con sus planes. O quizás no.
Tras disfrutar en extenso de las comodidades del hotel esa mañana, decidí hacer tiempo paseando por Kolkata. Le pregunté a Didi dónde podría encontrar libros, y me dirigió al College Street Market, cerca de la Universidad de Kolkata, una suerte de fascinante bazar donde solo hay libros, millones de ellos, expuestos en abigarrados chamizos. La mayor parte de ellos eran de informática, para aquellos que sueñan en alcanzar el éxito y el dinero en las empresas del sector en Bangalore o Mumbai, pero también pude encontrar algunos ejemplares clásicos de las Matemáticas en ediciones disparatadamente baratas. Que bajo una pila polvorienta de libros pudiera aparecer un Hardy-Wright de teoría de números o un libro de Snell y Kemeny, qué quieren, conmovió mi espíritu bibliográfico. Lástima que no quisiera cargar con peso en la maleta, porque si no me habría agenciado unos cuantos. Más aún si tenemos en cuenta que en cuanto la Didi supo que estaría por ese mercado, me encasquetó unos cuantos encargos, incluyendo un vademecum de homeopatía que pesaría tres kilos. No contenta con eso, me pidió que le llevara también la edición en bengalí, que a veces el inglés técnico se le atragantaba. ¿Ven como es una lianta?
Ya estaba en el hotel, preparándome para ir al aeropuerto, cuando Didi me llamó para decirme que no iba a poder ir conmigo, que iba retrasada con unos recados. Coño, tanto lío para esto, bueno, no te preocupes, ya me encargo. Así que cogí un taxi, pero como era hora punta, íbamos a llegar con retraso. El taxista no parecía preocupado, porque durante el viaje nos pusimos a darle al palique, y también a la droga dura de los cigarretes que fuman los locales y que él me ofrecía a cada rato, todo divertido por la escena. Oiga, pues no estaban malos. Pero como veía que lo del divorcio y la ejecución estaban cercanos, yo sí que andaba preocupado, así que me puse a enviarle sms tranquilizadores: amor, q xego n 10 mins. Segundo, un rato después, sin que el atasco hubiera avanzado, y confiando en que el primero se hubiera perdido: amor, ¿xegado ya? Yo, 5 min. Y en esto que suena mi móvil, llama Didi, pero sale la voz de Irene. ¿Eeeh? ¡¡Pero será lianta, ya me la ha jugado!! Y efectivamente, la astuta Didi había cogido un autobús por una ruta menos transitada y había conseguido llegar antes que yo al aeropuerto. Cuando por fin pude llegar y mientras me acercaba a ellas haciendo gestos de que iba a matarla, Didi se moría de la risa.
(Continuará…)
3 comentarios:
para mí que tú eres el molar por insistencia y "machaque" y la Didi el canino que da el "fini quito". Si no fuera por la Didi la vida allí tendría menos encanto. Simpatiquísima y, seguramente, insoportabilísima. Pero y lo feliz que la haces....
Así que al final consiguió(Didi) lo que había planeado,eh!!
No puedo creer que no te compraras ningún libro de mates!!es imposible que veas tantos libros y no compres ninguno!!!porque por el peso de la maleta, pronto dejas equipaje en tierra(camisas....) para hacerle hueco a los libros, ¿o me equivoco?.
Anda que os lo pasáis mal,eh!!
Por cierto, no has comentado nada de las Braga-faja con bolsillos que llevó Irene a la Didi, creo que son moníííísimas, pero sobre todo útiles(o igual no se las llevó,jejeje)
Hola canino, creo que perteneces a esta categoría.No sé a quien le gustan más los lios si a Didi o a tí, pero bueno en cualquier caso te lo pasas pipa. No me puedo creer que no te hayas comprado ningún libros de mates, pero bueno ya no eres el que eras!.
Cada día me admira más tu inventiva,tienes una capacidad envidiable para escribir. ¿No has pensado en reunir todos tus blogs y hacer un librito?. Anda ve pensándolo y sigue contándonos tus aventuras.
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