
Ser mujer en el anandamargismo tiene sus ventajas: me permiten acceder a las habitaciones de las nenas, y las Didis me tocan (y achuchan) sin problemas, me adoran por el simple hecho de ser mujer, y sacan a colación sin pudor temas como la menstruación, los tampones y las novias de Pablo. Aunque tampoco se cortan mucho en su presencia, como el otro día, cuando Didi Vratisha nos dio una imprevista conferencia sobre fertilidad, espermiogramas y ciertos trucos y consejos para que los bebés salgan niños o niñas (la teoría se sustenta en algo relacionado con los días pares e impares). Pablo salió huyendo ante la falta de rigor científico en las doctrinas de Didi, pero yo me quedé a darle la razón, como la perfecta postulante al andamarguismo en que me he convertido.
En cuanto a las nenas, ¡ay!, al llegar a Umanivas se me echaron al cuello como poseídas (la verdad es que su estado natural es algo alterado, en ocasiones parecen estar bajo sustancias homeopáticas psicotrópicas o metafísicas)... El caso es que esta desbordada adoración por mi persona, al principio lo justificaba por ser la versión femenina de Pablo. Pero en seguida me vi convertida en la estrella del cole sin saber muy bien por qué, salvo porque era "soft" (suave o blanducha, que por ambos adjetivos me vi calificada): me miraban asombradas la mano decorda con henna (y, para tener una vista privilegiada llegaban a retorcérmela en posturas acrobáticas), me daban besos y abrazos, me regalaron bolígrafos con olor a fresa, flores de color lila...
Pero esta inmerecida fascinación por mi ser dio origen a un episodio de mucho terror el día del Festival folklórico. Como mis intestinos andaban aún acostumbrándose a la dieta Umanivas, opté por

quedarme en el Colegio en lugar de lanzarme a la aventura del Festival folklórico de la zona. Después de comer como siempre arroz con verduras, Sandipa me invitó a jugar a las tres en raya con ella, en su habitación y a oscuras. Ya el día anterior me dijo "come" ("ven acá pa cá", para los de Cuenca) y agarrándome por la muñeca me arrastró a sus oscuros aposentos: "lay down", échate (y duerme, deduje yo), mientras ella hacía lo propio en la otra cama. Menos mal que en cuanto pude salí huyendo de ahí, porque no voy a ocultarlo, Sandipa me da un poco de miedo. La criaturita tiene 18 años y debe medir 1,30. Pero con su silbato de entrenadora de gimnasia deportiva mandando a las nenas comer-callar-meditar-y volver a meditar, realmente me atemoriza. Didi nos contó que es huérfana e imagino que echa de menos a una hermana mayor. El caso es que me intenta llevar de un lado a otro echando miradas malignas a Pablo y apartándome de las niñas, a las que debe considerar un incordio para mí.
Esa misma tarde, después de lavar la ropa con las nenas, aprenderme un baile clásico indio y copiar la letra de una canción foneticamente hablando, Sandipa me informó de lo siguiente: Didi, Pablo y las nenas probablemente no llegarían a dormir. Así que Didi le había dicho que yo no podía dormir sola, con lo que me llevaron al cuarto de voluntarias, dentro del propio colegio, me instalaron una mosquitera, y por poco me encierran allí con un rotundo "good night". A mí me parecía rarísimo que Didi durmiera por los caminos con Pablo y seis niñas... pero no logré contactar por teléfono con Pablo. Sandipa incluso se ofreció a dormir conmigo por si tenía miedo... Inmediatame

nte me vino a la cabeza la película "Misery", y de un momento a otro esperaba el oportuno martillazo que me rompiera las piernas y me dejara allí encerrada para siempre. Intentando escapar de este destino atroz, le dije que me iba a leer un libro donde las niñas estudiaban. En cuanto éstas me vieron entrar me pidieron que les ayudara a leer inglés. Y allí estaba entretenida cuando el ruido inconfundible de los pitidos de un jeep anunció la llegada de Pablo, Didi y las niñas. Como imaginaréis, en ningún momento pensaron en dormir por el camino ni nada parecido. Se trataba de un complot organizado por Sandipa para regir mi destino y apartarme de mi amado...
1 comentarios:
Jijijijijijiji.....
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