Previo. Mis queridos lectores, me han llovido palos por el relato con Sunita. No en los comentarios en el blog, pero sí en comunicaciones privadas (con mi entorno más cercano). Sé que no es beatería lo que anima esas críticas, pero resumo las variadas razones en una palabra que ha rondado por ahí: inapropiado. Veréis, cualquier escritor –o aprendiz de brujo en mi caso– que se precie debe enfrentarse en algún momento al relato erótico, más que nada para comprobar lo difícil que es evitar caer en la chabacanería o, más comúnmente, en la cursilería. Aunque probablemente haya caído en ambas, me siento razonablemente satisfecho de lo que salió. Y en todo caso, me apetecía intentarlo. Debo reconocer, además, que parte del interés estaba justamente en mantener la incertidumbre sobre cuánto de real había en él (= nada). Como un relato en este blog necesariamente debe estar ligado al lugar donde vivo, estuve pensando bastante en qué protagonista podía poner. Por razones que ya he explicado –ausencia de otras candidaturas, fundamentalmente– puse a Sunita, y me critican que la haya utilizado sin permiso: ¡inapropiado!, apelando a un sentimiento femenino que no logro entender del todo. En algún momento pensé en no poner nombre alguno, pero entonces habríais pensado que era alguna niña, ¡y la furia de Escrivá de Balaguer habría caído sobre mí!, y con toda la razón (mis amigotes –los cerdos–, además, estarían celebrando el triunfo de sus teorías sobre Duques de Feria). Sé que otras personas, sin embargo, se lo han tomado simplemente como lo que era, veleidades literarias. Por cierto, creo que no hay nada freudiano en la elección de Sunita (aunque ya sé que la conciencia y lo freudiano no se llevan bien), mi relación con ella, que es bien especial, va por derroteros bien distintos a los que el relato sugería. Ahora temo que el post pendiente sobre ella quede contaminado por este episodio.
Pero, ya puestos, reflexiono sobre otro término que ha aparecido en el chaparrón que os mencionaba: falta de pudor. Esto sí que me hace pensar. No tanto sobre el relato de marras, que ya es de por sí bastante impúdico, sino sobre lo que de exhibición personal tiene este blog. En algunos momentos, redactando alguna entrada, he dudado si poner ciertas cosas, quizás demasiado personales. Al fin y al cabo, esto es algo público, cualquier lo puede leer, y no necesariamente alguien con quien yo tenga la confianza suficiente (algunos misteriosos participantes en el blog me tienen en ascuas). Pero en fin, dado que esto es once in a life, creo que no me cortaré en desnudarme en público lo que sea necesario. Cualquier otra cosa sería rebajar su interés, pues creo que una literatura de viajes en la que no se entremezclen elementos personales no pasa de ser mero documental. Sepa el amable y condescendiente lector disculpar estos excesos e interpretarlos en su justa medida.
Retomo ya el post pendiente.
Calcuta Wars. Episodio 2. El lado luminoso
Me había quedado paseando por la Kolkata sórdida, fantasmal y terrorífica. Por el lado oscuro. Pero, repentinamente, me encontré caminando por Park Street, quizás la calle principal, y desde luego la elegante, de Kolkata. Lo de la elegancia hay que ponerlo en contexto, simplemente quiere decir que ya no ves las chabolas o los edificios sucios y medio derrumbados que me habían acompañado hasta el momento (de tan sucios que están, quizás la humedad ayude, me parecía como si los edificios estuvieran quemados; como si un pavoroso incendio, ya hace años, los hubiera calcinado y así se hubieran quedado, ya solo como refugio de almas en pena). Esta calle reúne algunos edificios victorianos, que se alternan con algunas construcciones modernas, todo en una relativa armonía. Las mejores tiendas, librerías y restaurantes, con un aire típicamente occidental, aunque siempre con algún toque local, están aquí. Preguntaba alguien si en Kolkata había transición entre las distintas zonas, y lo cierto es que no, que apenas unos pasos pueden separar el paisaje más espantoso del entorno más apacible. Y aunque todavía se ve algún tullido por aquí, alguno que se escapa de su territorio natural para –quizás- olvidar su realidad por unos momentos visitando ésta, la diferencia es palpable. Me había comprado el The Indian Times, en parte por intentar descifrar el mapa político de las próximas elecciones, en parte por matar el rato (creo que conseguí más lo segundo que lo primero), así que me senté en un parquecillo a leerlo. Y allí me encontré acompañado de señoras que departían amigablemente sentadas en unas sillas, algunos jovenzuelos que se esforzaban en demostrar sus aptitudes físicas marcándose tandas de flexiones en la hierba, quizás con la intención de que estos alardes merecieran la atención de las jovencitas que había por allí (qué quieren, a los hombres a veces nos falta algo de conversación); o señores ya mayores, con pinta respetable, que aparentemente arreglaban el futuro de la India desde sus cómodos bancos. En torno al parque, algunas jóvenes hacían jogging, auriculares en ristre. Si no fuera porque iban vestidas con los coloristas salvacamisas y pantalones tradicionales, no habría notado diferencia con las análogas corredoras del Retiro o de Hyde Park.
Pero ya eran casi las 8 y me tocaba ir al aeropuerto a recoger a Lara. Se trata de un aeropuerto de lo más convencional, salvo por la particularidad de que, flanqueando cada puerta de entrada, encuentras una casamata por la que asoma, entre redes de camuflaje, una ametralladora que ríete tú de las del desembarco en Normandía. A sus mandos, como no podía ser de otra manera, un bigotones. Hay ahora en la India una cierta psicosis con el terrorismo (y bueno, razones hay para ello), y determinadas medidas de seguridad llegan a ser algo extravagantes. Por ejemplo, la necesidad de identificarse al utilizar Internet en el aeropuerto, o la obligación de pagar una cierta cantidad de rupias para entrar al mismo como visitante (aunque esto, más que medida de seguridad, se me antoja impuesto revolucionario). Como ya casi me resultó natural, el vuelo de Delhi llegó con bastante retraso. El tablero donde se anunciaban los vuelos, además, sólo contenía los números de vuelo, no su procedencia, lo que me tuvo un buen rato investigando cuál estaba esperando realmente. Mientras tanto, y a falta de otros entretenimientos, me dediqué a visitar repetidamente los servicios, para asearme, afeitarme y otros menesteres que no será necesario detallar.
Lara, que ha estado unas semanas visitando (compulsivamente) diversos lugares de la India, tenía la clara intención de emplear el día en centros comerciales, en parte para gastar sus últimas rupias, en parte por huir del calor y encontrar refugio en sus aires acondicionados; o, quizás, como revancha por lo insalubre de sus destinos anteriores. Yo, que no tenía más plan que el de acompañarla (tampoco es que Kolkata ofrezca grandes atracciones), y también estimulado por la posibilidad de evitar el aplastante calor, me presté dócilmente. Así que nos fuimos a un mall en Salt Lake City. Que no es la ciudad de los mormones, sino una homóloga a las afueras de Kolkata, una especie de ensanche diseñado con estéticas modernas. Por cierto que Kolkata es una ciudad gigantesca, creo que anda por los 13 millones de habitantes, así que debéis tener en cuenta que los detalles que aquí os estoy narrando sólo cubren una mínima parte de ella; aunque quizás lo suficiente como para hacerse una idea del resto. Aunque era previsible que la ciudad albergara lugares como éste, no dejó de chocarme el contraste, sobre todo cuando unos minutos antes había estado paseando por lo que parecía ser otro planeta. Un centro comercial idéntico a los que podemos ver en España, con sus escaleras mecánicas, sus lujosos comercios, sus restaurantes de comida rápida… Qué extraño se hacía ver todo aquello. Sobre todo, una suerte de Corte Inglés que visitamos posteriormente, a un par de manzanas del primer mall: librería y perfumes, primer piso, electrónica, segundo, última planta, restaurante y supermercado. Todo tan familiar. En el súper, señoras con saris elegantísimos paseaban, cestillo en mano, por las estanterías, buscando la delicatessen correspondiente. Abajo, atractivas vendedoras te instaban a probar el último perfume de Dior. Por cierto, a precios de risa (porque supongo que en estos lugares los productos son reales, no copias). Espero que esto no produzca una avalancha de peticiones de entre mis lectores aficionados a estos lujos, porque debo reconocer que no pude librarme de un permanente sentimiento de incomodidad, que me llevó a no comprar casi nada, salvo un par de deuvedés con películas para las niñas y algún libro, que ya me quedé sin lectura hace tiempo (me voy a atrever a leer a Coetzee en inglés, lo que me tiene al tiempo emocionado y atemorizado). Pensaba para mí que, en cierto sentido, era una bendición que los mendigos y los sin techo no pudieran tener acceso a estos sitios; creo que no entenderían nada. Y para qué añadir, a su sufrida existencia, aires de sublevación. Por cierto que en el restaurante me atreví a romper mi estricta dieta vegetariana y me zampé tremendo pollo Tandoori, especiadito él. Que me sentó de maravilla, pero solo momentáneamente, porque la noche siguiente, ya en el colegio, fue toledana (me encanta esta expresión, ¡noche toledana!, ¿alguien sabe de qué viene?). En qué mal momento se lo conté a las Didis, menudo cachondeo se traen conmigo desde entonces, lo han interpretado como la confirmación definitiva de sus teorías sobre la superioridad de la comida vegetariana, you see, Dada? ¿Será que mi cuerpo ya no tolera el contacto con la carne fresca? Bueno, si es así, espero que esta limitación solo se reduzca a la comida, jaaaaa.
Mis reservas ante el consumismo se vieron vencidas cuando visitamos una tienda cercana, Fabindia se llama, no sé si vendrá de Fabulous India o de Fabricated in India, pero desde luego fabulosa era. Una tienda de ensueño, Lara se volvió completamente majara, y hasta un espíritu ascético como el mío se vio tentado por el demonio; por el momento, lo logré controlar, pero sospecho que el virus ya ha sido inoculado y volveré alguna vez. Saris, salvacamisas, túnicas, pañuelos, alfombras, mobiliario para la casa, en unos colores y unas calidades de asombro (y a unos precios, si bien bastante superiores a lo que he visto en otros lugares, todavía razonables en comparación con los nuestros). Todo, en un ambiente de diseño modernísimo, tipo Hábitat, para hacerse una idea. No pude evitar imaginarme a mi hermana, gritando por los pasillos, completamente enajenada, aaaaay, me llevo esto, y esto también… ¿pero has visto qué túnicas?, ¿y las telas? ¡Blanca!, ni se te ocurra venir por aquí ;)
¡Vaya!, me he enrollado más de lo que creía. No se vayan todavía, ¡aún hay más! Pero será en el próximo post.
Continuará...
7 comentarios:
aclaraciones las justas socio, tu eres el dueño de este blog y creo que todo lo que has dicho en el está muy bien narrado y descrito y para nada es inapropiado, y tu falta de pudor, quien la haya visto en ese relato debería hablar con la bloguera spicoanalista ya que tiene un serio problema de personalidad, además somos muchos los que esperamos el siguiente relato erótico y si le puedes poner mas picante mejor y los personajes los escoges tu que para esos eres el dueño de todo esto y no hablo mas que me enfurezco...ohmmm
bueno la escapada fantástica sobre todo el trayecto lo único que te reprocho es el resultado de tu comida si se entera la del perrito brasileiro que has comido algo mas fuerte que su "hot-dog" este verano en las fiestas seguro que no te dirige la palabra, bueno un abrazote y esperamos ansiosos el próximo post...
ideas para el picante los cuartos de baño del aeropuerto con.....lara??? jajaja que tiemblen tus críticos.
Soy Anónimo en femenino, y no consigo identificar qué sentimiento es el que esgrimen aquéllas para calificar tu relato de "inapropiado".
No fué cursi, ni chabacano, todo lo contrario, como dice uno de los comments: todo ternura y sensibilidad.
!¿Falta de pudor?! Como diría cierto jovencito cercano a mí: ¡Yo lo flipo! Para nada!, incluso creo que si algún día, dentro de lo especial y distinta a ésto que es tu relación con Sunita ( temo que no te leen con atención, ya habías hecho algunas referencias a ella que daban la pista de que no se trataba de algo que estuviera pasando realmente) le contarás sobre ese Blog, te diría algo así como que: qué lindo ser quien te inspire algo así... Y ella también lo diría lejos de ninguna "doble" intención . También dudo mucho que se enfadara por "no haberle pedido permiso"...uff, ¡vaya palabras!.
En definitiva, que menos explicaciones , cero disculpas, no hubo exceso alguno.
Que viva el autor en busca de sus personajes y lo que deja de sí mismo plasmado en ellos.
Yo te veo en cada relato y espero que siga siendo así: Un Cuaderno de Bitácora muy Pablo Fndez Gallardo en toda su extensión. Sin cortapizas de ninguna clase. Eá! he dicho. Y que valga ésta insistencia, soy anónimo ( eso también, jejeje) en femenino.
besos
Pues a mí, que también soy anónimo en femenino, en la situación de Sunita, me hubiera gustado que al menos me preguntaran si quería ser protagonista de tal relato, por lo público, aunque sea ficticio y una delicia, por otra parte. No sé si ella tendrá acceso al post, pero haría falta ver qué opina ella de todo esto.
Por alusiones,
Muchas gracias por lo de "blogera psicoanalista", de corazón. No me merezco ese honor porque si te das cuenta, la persona que ha hablado de tener "problemas de personalidad" me temo que no he sido yo.
Pero tonterias a parte, en la parte que pueda afectar al protagonista, no estaba en un dia muy fino (lo siento) y aunque haya alguien que no entienda una broma si no le ponen por delante "sabes aquel que dice..." iba con más ironía que otra cosa.
En lo que respecta a Pablo, por favor, si algo te ha molestado discúlpame. No tengo derecho a que coartes tu libertad de expresión por mi culpa. Escribe cuanto quieras, y de hecho como me reitero que ya escribí en otro comentario "Solo puedo decirte viva la madre que te pario y sobretodo que te educó en el humanismo a ti, hombre de ciencias en esencia!!!
Hizo una gran labor, y además me sorprende leer pasajes tan bien narrados como el de Sunita. Gráficos, sensuales y con declaraciones implícitas llevadas con mano... podría decir que cuasi femenina.
Sigue haciéndonos disfrutar, en todos los aspectos de tu relato..."
Como eres la única persona que puede preocuparme que te haya sentado bien o mal el comentario... aquí me quedo.
Pues sólo está en tu mano (Pablo) que Sunita algún día lo sepa o no. Y a mí también me gustaría saber qué opinaria de todo ésto. Creo que entendería que todo era bastante más sencillo y simple que algunas connotaciones que se le han dado (los "palos" al autor me parecen desproporcionados aunque él ya se haya defendido solito y éste comment también sobre...).
Lo sepa o no, yo espero con las mismas ganas que la primera vez que nos hablaste de ella, el relato de Sunita y la verdadera naturaleza de tu relación con ella.
No se verá contaminado por este rollo, la contaminación esta en otro sitio, y yo tampoco soy psicoanalísta ni tengo criterio alguno para interpretar ni las supuestas lecturas entrelíneas ( ¿cuáles? si mas claro, el agua...) ni las connotaciones freudianas ( de nuevo: ¿cuáles?) ni tampoco el porqué de cual o tal interpretación de los/las lectores/as.
Si la idea, no es atacar a nadie ni a su respetabilisima opinión, más bien era decir que dentro del concepto de autoriá de éste o cualquier Blog y de que cada autor es dueño de sus creaciones, pues qué mas que permitirle todas las licencias que su capacidad creativa le genere? Y si además le sale bien ( en este caso hasta delicado, cosa bien difícil en el relato erótico) porqué caerle con semejantes "palos"?. No digo más.Bueno si, deberes para los "impresionables": leer mas relatos del tipo erótico.
Como dijo a buena hora algún personaje de Les Luthiers: ¡Haya Paz! Y yo añado: ¡Mujeres! :)
Hay que ver la que as liado majetee. :D abrazos
Primero, perdona pero llevo perdido de tu blog como un mes, por problemas inmobiliarios que ahora no vienen al caso, pero que me tienen comida la atención.
Lo segundo, no te disculpes. Seguro que todos disfrutamos de tu momento de ensoñación. Si bien podías haber inventado una visita de alguna extraña beldad de quizás una aldea cercana en tus noches pares, el uso de un personaje real es una licencia que los lectores hemos de tragarnos (y la mayoría agradecer).
Lo tercero, sí que te pediría no te contagies del posible conformismo al que se entrega el débil que no tiene fuerzas para intentar cambiar su realidad. No me parece de recibo que convivan situaciones de miseria y potosí. ¡Revolución!, y cuanto antes mejor.
Por último, siento publicar este comentario tan tarde, pero hoy intentaré ponerme al día.
Un abrazo
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