Hola de nuevo, he estado un par de días ausente de esta ventanita, en parte porque me quedé algo seco tras la trilogía kolkateña, en parte porque hemos tenido unos días de calor absolutamente agobiante. Antesdeayer tuvimos ¡46 grados!, y ayer, más o menos la misma temperatura, con el añadido de un bochorno espantoso (amenazaba tormenta pero, ay, ni una gota cayó). No recuerdo haberlo pasado tanto calor nunca, solo subiéndome al tejado he conseguido dormir algo, las habitaciones son un auténtico horno. Pero al menos he aprovechado para ir preparando los perfiles y las fotos de las niñas que formarán parte del proyecto de padrinazgo, ya sabéis, lo de los coros y danzas de la sección femenina. Aunque algunos de vosotros ya me habéis hecho saber vuestra intención de participar, para no confundirme ni olvidar a nadie, querría que -los que sigáis interesados- me mandárais cuanto antes un mail (a la dirección de la uam, o a la de afi) incluyendo vuestro nombre y la dirección de correo electrónico que queréis utilizar para estos menesteres. Os recuerdo que el coste por niña es de unos 35-40 euros por el curso completo. Gestionaremos el resto de los detalles ya por mail.
Justo a esta cuestión, los dineros, quiero dedicar este post. Como sabréis, la moneda de la india es la rupia, rupee dicen por aquí. Un euro vienen a ser como unas sesenta y pico rupias, en función del cambio diario. Mi cuenta mental es que 1000 rupias son como 15 euros. Circulan por aquí, que yo haya visto, billetes de 5, 10, 20, 50, 100, 500 y 1000 rupias. Todos ellos con la efigie de Mahatma Gandhi, solo se distinguen por el color y tamaño. En realidad, los que sobre todo se manejan son los de 10 y 20, así me encuentro a veces en los bolsillos con unos fajos de billetes que parezco el Jesús Gil local. Como el primer día que fui a cambiar dinero al banco, cuando salí de allí que parecía un contrabandista de dinero, con la mochila cargada con los fajos que me había entregado el inefable contador de billetes. Claro que en las siguientes veces pedí que me dieran billetes mayores, y en qué mala hora: resulta que, por ejemplo, un billete de 1000 rupias (como 15 euros) es una especie de fortuna, y en pocos sitios puedes utilizarlo. Como si fueran los Bin Laden morados, vamos. Los de 500 aun cuelan, pero con apuros, te miran con mala cara.
Esto puede daros una idea de las diferencias de precios. Aquí casi todo es extraordinariamente barato, en comparación, por supuesto, con nuestros estándares. Por ejemplo, un saco de patatas de 50 kilos viene a costar menos de 400 rupias, como 6 euros. No recuerdo a cuánto estaba el kilo de patatas en España, pero… Los taxis de Kolkata salían por entre 150 y 300 rupias (esto último, si era al aeropuerto). Os dejo ya a vosotros hacer los cálculos. Pero por aquí es todavía más barato, si pedimos un coche para ir de compras a Purulia (una hora de ida, más otra de vuelta, y además el chófer nos espera todas las horas que haga falta, que al ritmo que funciona todo aquí, nunca bajan de 5 o 6), nos sale por unas 600 rupias. Para ponerlo en contexto, un profesor puede ganar entre 5000 y 10000 rupias al mes. Un médico, como el doble (más si trabaja privadamente). Pero algunos de los padres de las niñas de aquí ganan entre 1000 y 2000 rupias al mes (el coste de la escuela, comida, alojamiento, educación, etc., es de unas 1000 rupias al mes). Las mujeres que cargaban ladrillos, si tienen trabajo todos los días, pueden llegar a las 300 rupias al mes. Cuando a veces me preguntan por los precios en España, apenas me atrevo a dárselos, no creo que los entendieran. En realidad es difícil comprar alguna cosa que supere las 100 rupias. Porque además casi todo va en envases pequeñitos: los desodorantes, champús, etc., casi parecen más las muestras que te regalan en el Gilgo de turno. Por cierto que casi todos los productos llevan el precio impreso en los envases o en las cajas, no ha lugar al regateo en la compra diaria (otra cosa, por ejemplo, eran los taxis en Kolkata o, imagino, las compras en lugares turísticos). Compramos casi todo en unas tiendas de convenience, a mí me encantan, son como las antiguas tiendas de ultramarinos, igual puedes comprar mantequilla que cuadernos o productos de limpieza. Todavía sigo traduciendo mentalmente a euros, pero cada vez con más frecuencia empiezo a pensar en rupias, y así me escandalizo cuando me informan de que algún producto cuesta 65 rupias, ¡qué barbaridad, cómo esta la vida, me voy a otro sitio, a ver si lo encuentro más barato! Luego, por el camino, lo traslado a euros y me suelo castigar con un coscorrón. Otras cosas, sin embargo, cuestan más o menos lo que en Europa: los ordenadores, por ejemplo, o en general las cosas de electrónica. Por el contrario, las llamadas de teléfono son baratísimas, una de móvil a móvil puede salir por menos de una rupia.
El espíritu general es de una austeridad (obligada) absoluta. Como os decía en algún otro post, casi todo se reutiliza, nada se tira, y todo se emplea con un cuidado extraordinario. Lo que ha dado lugar a algún desencuentro. Resulta que las Didis, que al espíritu general añaden el voto de pobreza (y la prohibición de tener posesión alguna), tienen una especie de almacén en el que guardan todas las cosas que han ido dejando los voluntarios que por aquí han ido pasando, que han sido bastantes. Es casi una reacción refleja: compras algo, se lo das, y en lugar de utilizarlo, simplemente lo almacenan. Yo conozco ese repositorio de objetos solo por las referencias de Arni, porque no estoy autorizado a visitar sus habitaciones, pero me cuentan que es un auténtico bazar. Una anécdota, para ilustrar, lo que podríamos considerar el primer caso de mi hipotético inspector indio: el caso de las pinzas desaparecidas. Yo observaba cada mañana cómo las niñas colgaban la ropa que lavan en unas cuerdas, y cómo con frecuencia el viento las acababa tirando al suelo. Así que un día me decidí a comprar un buen número de pinzas, sencillitas, de plástico, a menos de una rupia la unidad, las que calculé eran suficientes para atender a todo el colegio. Pero pasaban los días y veía que no las utilizaban. ¿Por qué?, porque acabarían despareciendo, me dijeron, o perdiéndose. Así que allí estaban, en el misterioso agujero negro de la habitación de las Didis, esperando a qué sé yo. Antes no usarlas que perderlas. Definitivamente, una manera tan diferente de pensar… Tuve que reclamarlas y ponerlas yo mismo en las cuerdas, pero aún no todo el mundo las utiliza. Aunque cada mañana yo me ocupo de ponerlas sobre las prendas que no llevan, al final conseguiré que se acostumbren a usarlas, no dudéis que ganaré esta batalla :) Otro ejemplo: compré un día unos platos metálicos, de los que usamos para comer aquí, creo que 6 u 8. ¿Qué haríamos en España?, ponerlos todos en la cocina e ir utilizándolos aleatoriamente (en mi caso, según se fueran amontonando en la pila, sin lavar, jaaaa). Pues aquí no: primero, los platos nuevos solo los usamos Arni y yo, las Didis siguen utilizando los antiguos. Pero además ya he descubierto que son siempre los dos mismos platos, los otros deben de aguardar, encerrados en algún lugar, a que se estropeen éstos, imagino.
Las niñas que hay en el colegio son de diversas clases sociales. Las hay que son hijas de médicos (como Ruzsa, hija de dos ginecólogos de Kolkata, que parece ser que acabó encerrada aquí porque andaba zascandileando en exceso con chicos; tiene un inglés excelente, el mejor de aquí sin duda, y sospecho que debe de ser duro para ella haber cambiado una cierta alta sociedad de Kolkata por este lugar perdido en medio del campo). Otras son hijas de profesores o policías, que vienen a ser la clase media de aquí. Éstos son los casos en los que los padres pagan por la educación de sus hijas, con más o menos generosidad. El resto no tiene dónde caerse muertas. Los padres sobreviven como pueden haciendo trabajos temporales, o cuidando cabras. Muchos de ellos son de los poblados cercanos, aunque los hay que incluso viven en otros estados, algunos lejanísimos, me pregunto cómo acabaron aquí. Finalmente, hay también algunas huérfanas, aunque no tantas como creía al principio. Aunque en la práctica es como si lo fueran, porque sus familias no pueden hacerse cargo de sus gastos, y todo corre a cargo de las Didis; en realidad, sospecho, de las aportaciones que van dejando los voluntarios, tanto cuando vienen por aquí como ya desde sus países de origen (el caso de mi compatriota alicantina es especialmente relevante en eso). No es muy difícil distinguir las que provienen de clases “acomodadas” de las que tienen origen tribal, aunque solo sea por las distintas tonalidades de piel. Aunque imaginaréis que entre mis favoritas están varias de los poblados, como Nilima. Las nenas van casi todos los días vestidas con el mismo vestidito, me conozco el blanco de Rumpi, el gris de Lakhi, el naranja de Onupriya… aunque, según Arni, en sus habitaciones guardan algunos más, pero no los utilizan salvo en las ocasiones señaladas, supongo que en otro ejemplo de austeridad tal y como se entiende aquí. Las Didis me dicen que, para las labores diarias en el colegio (que son muchas y muy exigentes), no se hacen distingos entre las que pagan por su educación y las que no; pero yo no acabo de estar convencido del todo. Queda pendiente el post con la descripción detallada de sus actividades diarias, dinámica entre las niñas, hábitos de higiene, etc., que todavía tengo que documentarme más.
Ésta en la que vivo es una zona bastante pobre, aunque sospecho que no se aleja mucho del nivel medio en la India. Solo en las ciudades grandes encuentras sitios que podríamos calificar de lujosos, como los que os describía en Kolkata. Pero no sabría decir qué porcentaje de la población tiene acceso a ellos, supongo que una pequeña minoría. Leo en los periódicos que en ciudades como Mumbai, Delhi o Hydebarad, en torno a esos Silicon Valleys de tecnología que se han ido desarrollando en los últimos años, está surgiendo una nueva clase media acomodada, que empieza a disfrutar de los lujos del consumismo y que, por el camino, está rompiendo con algunas de las tradiciones de esta sociedad, como la de los matrimonios concertados (asunto sobre el que os prometo que escribiré un post que, quizás, os ponga los pelos de punta) Pero no dejan de ser una minoría. Yo por aquí solo he alcanzado a ver algunos comerciantes con posibles, un cierto porcentaje que va tirando como puede, y una inmensa legión de pobres de solemnidad, una pobreza que escapa a toda descripción. Una legión que sospecho no conoce, más allá de la escala de las 10 o 20 rupias, el valor real del dinero, simplemente porque no saben de él más que por referencias.
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6 comentarios:
Se nos va a quitar el afán consumista tras la inmersión en tu Blog...¡por favor! qué desproporción todo.
Te imagino poniendo las pinzas "everyday" y me da risa ( y en éste caso me alegro) por tu cabezonería :D
Confío en que ganarás esa batalla y quizás también en que vayas expropiando mas cosillas de esa bodega de las intenciones perdidas a las que echan llave las Didis; todo aquello que simplemente pueda hacer su día a día algo mas fácil sin que lo vean como un "lujo", sino como algo útil, y sin que lo vean como acuñar "propiedades", ya que es de todas y para el bien de todas. Creo que las pinzas estan muy bien para empezar a ilustrar eso. Go for it!
Ah! Y no te vayas a evaporar que aunque sea el siguiente "estado" al que ibas ;) no creo que le hiciera mucha gracia a las nenas, ni a nosotros!
Cuidate. besos.
no solo es importante la aportación que haremos durante tu estancia, sino también para posteriores cursos, con lo que supongo que deberás dejar cerrado eso con alguien con quien nos podamos comunicar y podamos enviar a una cuenta bancaria da allí, nos deberías contar cuantos años de estudio en esa escuela le quedan a la "niña elegida" y contribuir por lo menos con la misma niña hasta la finalización de sus estudios.Cucu
De mis viajes puedo decir que la pobreza es muy similar en todos sitios, pero sí es cierto que en la India, al ser un país de los llamados emergentes (no sé de dónde emergerá), existe un industrialización desmesurada que copa la mayoría del país. En los países pobres la gente de campo suele vivir feliz, pero las grandes urbes y sus pretendidas oportunidades atraen a los insatisfechos y a los ambiciosos y les hacen parte de ellos, grises, sucios, egoístas..pero lo peor es que ya no te dejan marchar. Pero lo peor de todo son los contrastes, los ricos cada vez más ricos y los pobres...simplemente se conforman.
Cuba
Me encanta leerte y transportarme a ese país con mis recuerdos avivados por tus relatos....Y si me permites una sujerencia antes de que planees tu viaje final...no dejes de ir a Vanarassi. Cuídate ...y sigue escribiendo.
Me uno a Cucu en lo correspondiente a los datos y contactos necesarios antes de que te vayas para saber qué hacer y dónde mandar el dinero. ¿Serán capaces en ese fantástico "banco" de organizar algo de este tipo?
Disfruta mucho y sigue haciéndonos disfrutar tanto!
Lo interesante y conmovedor que es tu relato. Me uno a Cucu en lo de las nenas. Te envío e-mail para que me apuntes
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