Pues sí, ya iban siendo demasiados días seguidos sonando violines, y ayer fue la primera vez que me fui a la habitación con un mal sabor de boca. En realidad, por tonterías, pero…
Teníamos planeado ir a Purulia, a hacer unas compras y a acompañar a Didi, que se va unos días a Kolkata. Además de Didi, de Arnie y del que suscribe, se nos
ocurrió llevarnos a una selecta representación de la Class 4, las pequeñas: de izquierda a derecha, Rupa, Rumpi, Chamdana y Priticona. El día fue muuuy largo, y hacía un calor horroroso. Además, el coche tenía que parar a cada rato, sobre todo a la vuelta, para echar un poco de agua que enfriara el motor. Calentamiento que notaba por dos vías: una, por el relojito que tenía delante de mis rodillas, justo donde una de ellas se golpeaba continuamente, que no están hechos estos jeeps para mi tamaño (cuando vuelva a España y compruebe que en realidad no soy muy alto, va a ser todo un shock); un relojito cuya aguja, de vez en cuando, pugnaba furiosa por salirse del círculo, que no había números suficientes para medir la temperatura del magma incandescente en que se había convertido el aceite del motor. Aunque, sin necesidad de mirar el relojito, reconocía cada momento crítico por el chorro de vapor caliente que salía por qué sé yo dónde y que amenazaba con cocer uno de mis pies.
Aunque las niñas se portaron relativamente bien (no imagino yo a cuatro niñas occidentales soportando tan estoicamente esas penurias), al final acabaron poniéndose pesadas en el coche. Tampoco sabía si es costumbre por estas tierras el clásico movimiento del padre que, desde el asiento delantero, se gira en dirección al trasero, para pasear su brazo en busca de una cara que reciba el bofetón, episodio que solía ir precedido de un amenazante “como me dé la vuelta…” (¿recuerdan?), así que me tuve que reprimir y soportar como pude aquella jaula de grillos. Si añaden a esto que andaba todo el día jodido con una llaguita en la boca y con un dolor que me ha entrado en el oído, comprenderán que la jornada fue de pesadilla.
Además, Rupa y yo tuvimos nuestra primera pelea de enamorados. Ella, que sabe de mi predilección, ha decidido explotarla a fondo. Y así, pretende ser la primera en participar en cualquier juego que propongo, la que primero reciba caramelos cuando los compro, o la que se coge de mi mano cuando vamos por la calle. Y, cuando por aquello de no marcar diferencias, escojo a otra, entonces me mira, frunce el ceño, y se hace la ofendida, girando ostensiblemente la cabeza en otra dirección, al tiempo que se cruza de brazos. Cuando ve que esa táctica no le funciona, entonces se me acerca, zalamera, pone su mejor sonrisa y se agarra de mi brazo susurrándome “Dadaaaa”. Qué perras son las tías ;) Y qué imbéciles nosotros, que nos dejamos engatusar :D Porque imaginaréis que no siempre consigo permanecer inmune a sus encantos, jejeje. Pero cuando se me puso farruca, ya a última hora, porque en el reparto de caramelos no había sido especialmente beneficiada, entonces me enfadé de verdad. Y así andamos desde entonces. En el típico tira y afloja de dos enamorados, que tan pronto nos cruzamos miraditas amorosas como nos ignoramos, orgullosos ambos, “pues como te disculpes tú primero…”. Como bien sabréis, cada pareja tiene su propio tiempo medio de reconciliación. Ese tiempo, T, es directamente proporcional al agravio A e inversamente proporcional a la capacidad de olvido de cada miembro de la pareja, O1 y O2. Así que la fórmula para el tiempo de reconciliación resulta ser
T= K* A/(O1*O2),
donde K es una constante universal (la llamada constante de suavización del asunto, o constante de Forgetit, Right y Now). En las parejas habituales -de adultos que consienten- (hombre y mujer, hombre y hombre, mujer y mujer, o cualquier otra variedad que quieran admitir, que tampoco es cuestión de ponerse eclesiástico), y, si se paran a pensar, de manera un tanto sorprendente, se suele celebrar el momento de reconciliación con un revolcón apresurado y, normalmente, bastante satisfactorio. Pero como no es éste el caso, veremos qué podemos hacer, quizás una sesión especial de elevaciones por el aire, de ésas que tanto le gustan.
A pesar de todo, el día tuvo sus momentos divertidos. En las dos fotos que adjunto, podéis observar dos escenas del mismo: en una, las nenas, con los gorritos que les compramos, posan junto a Didi y a Arnie. En la otra las veréis, como siempre están, encima de mí. Por cierto, que el fondo no tiene desperdicio, es la mejor tienda de Purulia en lo que a efectos domésticos se trata: ahí compramos un par de sartenes y algunas cosas más para la cocina. El cartelón con la señora, olla exprés en mano, me encanta.

Pero os voy a contar que es lo que realmente me dejó mal sabor de boca del día, más allá de las penurias térmicas y mecánicas de la jornada. Y es que está empezando a pasar lo que temía. Ocurre también con los nenes de allí, y eso que ellos tienen de todo, así que cómo no iba a pasar aquí. El que haya alguien que les pueda proveer de regalos, chucherías, helados, ha cambiado la dinámica de las niñas. Y de repente se muestran envidiosas, celosas unas de otras, y empiezan a exigir más y más cosas. Lo que al principio recibían con asombro y un thank you de lo más sentido, ahora ha pasado a ser considerado derecho adquirido, casi exigible. Así que, cuando al llegar al colegio, estas nenas con sus gorritos, las otras nenas protestaron, quizás con razón, que cómo es que no les habíamos comprado regalos a ellas también... me preocupé... ¡Y sin Didi por allí para atemperar ánimos! I know they are just children, pero no me gustaría que, junto a las ventajas que indudablemente trae aquí mi presencia, se colaran de tapadillo los pecados que tanto me horrorizan en nuestra sociedad de allí. En fin, habrá que estar pendiente de estos detalles. Por el momento, la idea de llevármelas de excursión al mar ha perdido enteros: las pequeñas, justo por eso, por pequeñas. Las mayores, porque a saber qué furores les entrarán una vez fuera de su ambiente. Que bien recuerdo aquellos viajes de fin de curso en el Instituto, en los que la prioridad era burlar a los profesores para hacer todo tipo de tropelías. Los chicos, más atontados, tomarse los primeros litros de cerveza y, quizás, atizarse algún porrete iniciático. Ls chicas, más espabiladas ellas, buscarse chicos mayores con los que enrollarse. Ay, qué miedo! :) Pero bueno, ya veremos si me animo, porque en el fondo es un plan que les entusiasmará.
Teníamos planeado ir a Purulia, a hacer unas compras y a acompañar a Didi, que se va unos días a Kolkata. Además de Didi, de Arnie y del que suscribe, se nos
ocurrió llevarnos a una selecta representación de la Class 4, las pequeñas: de izquierda a derecha, Rupa, Rumpi, Chamdana y Priticona. El día fue muuuy largo, y hacía un calor horroroso. Además, el coche tenía que parar a cada rato, sobre todo a la vuelta, para echar un poco de agua que enfriara el motor. Calentamiento que notaba por dos vías: una, por el relojito que tenía delante de mis rodillas, justo donde una de ellas se golpeaba continuamente, que no están hechos estos jeeps para mi tamaño (cuando vuelva a España y compruebe que en realidad no soy muy alto, va a ser todo un shock); un relojito cuya aguja, de vez en cuando, pugnaba furiosa por salirse del círculo, que no había números suficientes para medir la temperatura del magma incandescente en que se había convertido el aceite del motor. Aunque, sin necesidad de mirar el relojito, reconocía cada momento crítico por el chorro de vapor caliente que salía por qué sé yo dónde y que amenazaba con cocer uno de mis pies.Aunque las niñas se portaron relativamente bien (no imagino yo a cuatro niñas occidentales soportando tan estoicamente esas penurias), al final acabaron poniéndose pesadas en el coche. Tampoco sabía si es costumbre por estas tierras el clásico movimiento del padre que, desde el asiento delantero, se gira en dirección al trasero, para pasear su brazo en busca de una cara que reciba el bofetón, episodio que solía ir precedido de un amenazante “como me dé la vuelta…” (¿recuerdan?), así que me tuve que reprimir y soportar como pude aquella jaula de grillos. Si añaden a esto que andaba todo el día jodido con una llaguita en la boca y con un dolor que me ha entrado en el oído, comprenderán que la jornada fue de pesadilla.
Además, Rupa y yo tuvimos nuestra primera pelea de enamorados. Ella, que sabe de mi predilección, ha decidido explotarla a fondo. Y así, pretende ser la primera en participar en cualquier juego que propongo, la que primero reciba caramelos cuando los compro, o la que se coge de mi mano cuando vamos por la calle. Y, cuando por aquello de no marcar diferencias, escojo a otra, entonces me mira, frunce el ceño, y se hace la ofendida, girando ostensiblemente la cabeza en otra dirección, al tiempo que se cruza de brazos. Cuando ve que esa táctica no le funciona, entonces se me acerca, zalamera, pone su mejor sonrisa y se agarra de mi brazo susurrándome “Dadaaaa”. Qué perras son las tías ;) Y qué imbéciles nosotros, que nos dejamos engatusar :D Porque imaginaréis que no siempre consigo permanecer inmune a sus encantos, jejeje. Pero cuando se me puso farruca, ya a última hora, porque en el reparto de caramelos no había sido especialmente beneficiada, entonces me enfadé de verdad. Y así andamos desde entonces. En el típico tira y afloja de dos enamorados, que tan pronto nos cruzamos miraditas amorosas como nos ignoramos, orgullosos ambos, “pues como te disculpes tú primero…”. Como bien sabréis, cada pareja tiene su propio tiempo medio de reconciliación. Ese tiempo, T, es directamente proporcional al agravio A e inversamente proporcional a la capacidad de olvido de cada miembro de la pareja, O1 y O2. Así que la fórmula para el tiempo de reconciliación resulta ser
T= K* A/(O1*O2),
donde K es una constante universal (la llamada constante de suavización del asunto, o constante de Forgetit, Right y Now). En las parejas habituales -de adultos que consienten- (hombre y mujer, hombre y hombre, mujer y mujer, o cualquier otra variedad que quieran admitir, que tampoco es cuestión de ponerse eclesiástico), y, si se paran a pensar, de manera un tanto sorprendente, se suele celebrar el momento de reconciliación con un revolcón apresurado y, normalmente, bastante satisfactorio. Pero como no es éste el caso, veremos qué podemos hacer, quizás una sesión especial de elevaciones por el aire, de ésas que tanto le gustan.
A pesar de todo, el día tuvo sus momentos divertidos. En las dos fotos que adjunto, podéis observar dos escenas del mismo: en una, las nenas, con los gorritos que les compramos, posan junto a Didi y a Arnie. En la otra las veréis, como siempre están, encima de mí. Por cierto, que el fondo no tiene desperdicio, es la mejor tienda de Purulia en lo que a efectos domésticos se trata: ahí compramos un par de sartenes y algunas cosas más para la cocina. El cartelón con la señora, olla exprés en mano, me encanta.


Pero os voy a contar que es lo que realmente me dejó mal sabor de boca del día, más allá de las penurias térmicas y mecánicas de la jornada. Y es que está empezando a pasar lo que temía. Ocurre también con los nenes de allí, y eso que ellos tienen de todo, así que cómo no iba a pasar aquí. El que haya alguien que les pueda proveer de regalos, chucherías, helados, ha cambiado la dinámica de las niñas. Y de repente se muestran envidiosas, celosas unas de otras, y empiezan a exigir más y más cosas. Lo que al principio recibían con asombro y un thank you de lo más sentido, ahora ha pasado a ser considerado derecho adquirido, casi exigible. Así que, cuando al llegar al colegio, estas nenas con sus gorritos, las otras nenas protestaron, quizás con razón, que cómo es que no les habíamos comprado regalos a ellas también... me preocupé... ¡Y sin Didi por allí para atemperar ánimos! I know they are just children, pero no me gustaría que, junto a las ventajas que indudablemente trae aquí mi presencia, se colaran de tapadillo los pecados que tanto me horrorizan en nuestra sociedad de allí. En fin, habrá que estar pendiente de estos detalles. Por el momento, la idea de llevármelas de excursión al mar ha perdido enteros: las pequeñas, justo por eso, por pequeñas. Las mayores, porque a saber qué furores les entrarán una vez fuera de su ambiente. Que bien recuerdo aquellos viajes de fin de curso en el Instituto, en los que la prioridad era burlar a los profesores para hacer todo tipo de tropelías. Los chicos, más atontados, tomarse los primeros litros de cerveza y, quizás, atizarse algún porrete iniciático. Ls chicas, más espabiladas ellas, buscarse chicos mayores con los que enrollarse. Ay, qué miedo! :) Pero bueno, ya veremos si me animo, porque en el fondo es un plan que les entusiasmará.
6 comentarios:
Hola. No te sientas mal, aunque sí acuerdate de ahora en adelante lo que aprendiste del mal rato. Te evitará otros del estilo. Yo no soy muy experta en children, pero dicen que se me dan bien...no sé, pero lo que sí tengo siempre presente es que si hay un caramelo para uno, hay para todos, y si no hay para todos, no hay para ninguno.
Para "darle la vuelta" al tema de los sombreros, se me ocurre que puedes decir que se los disteis porque se portaron bien en la excursión ( aunque te volvieran loco en el coche...oye! Y ¿porqué conducias tú grandullón? ;-)jijiji).
Así que los puedes utilizar como "distintivo" de las 4 que mejor se porten cada día en una actividad determinada.
En eso de los premios creo que hay que tener cuidado también, así que tendrás que arreglartelas para otorgar "distintivo-gorro" a todas. Yo que sé, premio a las mas ordenadas, a las que compartieron más, a las que escucharon mas atentas, a las que no quiesieron ser las primeras etc.
Creo que de esta forma te ayudan y tu les reconoces positivos a todas; además las cuatro premiadas ya, aprenderán a compartir su premio y para la próxima vez querrán portarse bien quienes vayan. ( ¿Aguantarán tanto trajín los sombreritos? ojalá).
Sobre tu ecuación, pregunto: en qué se diferencia K(forgetit) y la capacidad de olvido del miembro 01 y 02?
¿Encontraste lo del regulador de tensión para la nevera? ¿Cuándo nos hablas de Suni?
Y bueno cambio y corto que se me hace largo y... (¿Y qué). besos
Así como tu hiciste balance en tu anterior post, me parece oportuno hacerlo a mí también:
Me robas horas de curro, te has "colado en mi pestaña de favoritos" (consecuencia directa de la anterior, para ahorrar tiempo de acceso), me voy a casa con cierto mosqueo cuando al final del día compruebo que no hay post nuevo, y la más importante, has conseguido que postee, lo que en mi caso es bastante novedoso pues no soy yo muy amigo de estas cosas. Y todo esto a pesar de tu pésimo gusto musical (Leño frente a Depeche mode, lo que hay que oir...)
Ánimo tío!!!
J
A ver, un día malo, malo, lo que se dice malo, tampoco veo yo que sea para cortarse las venas, eeeeeh? Un poco sufrido lo del chorro de vapor en el pie, pero vaya, si no hubo quemadura... :-) Y con lo de las nenas, pues qué quieres, el ser humano, que es fácilmente corruptible (y muy parecido en todas partes). Tampoco está mal que te encuentres alguna dificultad, que así la aventura tendrá un poco más de aliciente, no?
Besotes
Bienvenido al egoismo humano en su maxima expresión.
Solución no alteres sus costumbres y si necesitan recursos, que los necesitan, aportalos a neveras, ollas, placas solares, etc...
Por cierto, que como dicen otros comentaristas esto genera mono.
Y consejo, no fuerces tú la reconciliación con la niña de tus ojos, debe ser ella por que sino estas perdido y además debes de poner condiciones. Consejo de mujer.
Chao
Te leo con devoción cada día
Dad
Me pido la exclusiva del libro con la condición de maquetar, imprimir y encuadernarlo yo solito.
¿hace?
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