Invisible

Creo haber contado alguna vez lo que daría por disfrutar, aunque solo fuera por un rato, del maravilloso talento para tejer historias de Paul Auster, de quien -los dioses me perdonen- tomo prestado para este post el título de su última novela (aunque no soy tan exigente, porque si la austerianidad me fuera negada, me conformaría de buen grado con una pizca de Eduardo Mendoza). Y es que Invisible me he sentido, en cierto modo, en este mes que he pasado en Umanivas.

Verán. La primera vez que estuve allí, el año pasado, fue una conmoción en el colegio: era el primer male volunteer que iba allí solo, sin pareja, y aquello disparó el interés y la curiosidad de las niñas. Pero en esta ocasión mi presencia ya no era una novedad. Creo que había pasado a ser algo así como ese primo de ultramar, cuya primera visita genera enorme expectación, pero que en las siguientes ya es visto como uno más de la familia, al que se tiene en cuenta en las decisiones domésticas, pero que ha perdido el aura de lo desconocido. Las nenas sabían que estaba allí, se me disputaban por las mañanas en clase (Dada, you take Class VIII?), y me convocaban (a voces, Dada, plaaaaay) para los partidos de balón prisionero por las tardes. Pero el resto del tiempo no interrumpían sus rutinas para darme cabida en ellas. Recuerdo que el primer año, a primera hora de la tarde, oía los golpecitos en las rejas con los que la brigada de las pequeñajas (Rupa, Rumpi, Chandana) solían interrumpir mis siestas reclamando jugar a las cartas, ver una peli (Mulan, Dada, Mulan!) o, simplemente, enseñarme lo que habían hecho en clase ese día. Esta vez era yo el que tenía que ir a buscarlas, para proponerles alguna actividad. También es cierto que el año pasado tuvieron vacaciones buena parte del tiempo que estuve allí, mientras que en esta ocasión tenían los agobiantes horarios del curso. Por otro lado, Didi Vratiisha se pasó casi semana y media en Kolkata, y sin su apoyo y decisión era difícil organizar casi nada. Las otras Didis, aunque son amables y hasta solícitas cuando se las requiere, no se sienten tan cómodas en mi presencia.

Pero según se iba acercando la fecha de la partida, las nenas fueron dándose cuenta de que realmente Dada se marchaba. Y entonces volvieron a buscarme como antaño, a ensayar pequeñas frases en inglés cuando se cruzaban conmigo o a reclamar mi ayuda en los deberes por la tarde. Y me preguntaban, algo incrédulas, Dada you go? El último día, como ya es tradicional, se organizó el programa de despedida, ese Farewell Pablo Dada que se ve a Sandipa escribir en la pizarra. Todas las nenas, recién salidas de clase, con sus lindísimos uniformes, estaban allí. Lo de programa debe interpretarse en sentido literal, porque hay un orden del día, una speaker que va presentando las actuaciones y finalmente agradece las sucesivas intervenciones: bailes, cantos entonados a cuatro o cinco voces, algún solo de armonía, todo bajo la atenta mirada de la mesa presidencial, que ocupaba junto con las Didis.

Aunque ya me conozco casi de memoria todos los bailes, fue lindo ver de nuevo las evoluciones de las nenas, que al terminar cada baile me dedicaban una mirada y una sonrisa de complicidad. Al finalizar la ceremonia, Didi me pidió que dirigiera unas palabras al auditorio, y a ello me puse, con la ayuda de su traducción simultánea (ay, compruebo en la foto que me he vuelto a quedar tirillas, esta dieta vegetariana… ¡y qué pedazo de peluca!, ya sé lo primero que tengo que hacer al volver) ¿Qué les dije?, creo que les hablé de los posibles futuros que les esperaban. Les conté que en este tiempo en la India he visto mujeres en los poblados con vidas inhumanas, y otras con trabajos decentes. Y que en sus manos estaba elegir un destino u otro. Que de ellas dependía conseguir una buena educación que les abriera unas puertas que en principio tienen cerradas. Ignoro cuánto de mi discurso les llegó realmente, porque sospecho que Didi optó por una traducción algo libre, aunque sólo sea por la disparidad de duración de nuestras intervenciones: a veces un par de frases mías se convertían en cinco minutos de parrafada, mientras que otros pasajes más largos eran resueltos con un breve comentario. Pero me pareció que alguna niña, bajando la mirada, entendía. Quizás acabe siendo solo un efecto pasajero.

Por la tarde, ya empaquetado todo mi equipaje, llegó la hora de marcharse. Al salir de la habitación me encontré con todas las niñas esperándome, en silencio. De entre ellas se abrió paso Rupa, que entre lágrimas se me acercó, me dio una última carta que había estado escribiendo ese día, y acabó por abrazarse a mis piernas, ya con llanto desconsolado, please, Dada don’t go. Es el llanto un sentimiento contagioso, y en apenas unos instantes todas las nenas estaban llorando, casi al compás. Hasta Sunita andaba con los ojos arrasados por las lágrimas. Las fui abrazando, una a una, aunque ellas apartaban la cara para que no las viera llorar. Ya montado en el coche, mientras me iba alejando, me puse a gritar desde el estribo, todo lo fuerte que podía, sus nombres: bye-bye, Nilima, Rupa, Anjana, Moitree! Bye-bye Pimky, Rumpi, Gita!... bye-bye a todas…




Durante los últimos días me dio por pensar que quizás mi labor en Umanivas ya se había terminado, que las niñas ya no me necesitaban, no más que a cualquier otro voluntario que se acercara por allí, y que quizás fuera mejor buscar otros sitios en los que, en el futuro, echar una mano. En el orfanato de Jaipur en el que estoy ahora siento que mi ayuda es más necesaria: aquí estoy todo el día conviviendo con los niños y las niñas, les ayudo con los deberes, nos inventamos juegos... Pero luego pienso que mi Didi Vratiisha sigue necesitando que su brother esté con ella, para ayudarle en los muchos proyectos que tiene en mente. Y, sobre todo, me paro a mirar la foto, reparo en la lágrima que corre por la mejilla izquierda de Archana… y me digo que será difícil no volver alguna vez.

6 comentarios:

Helen dijo...

.... Sin palabras.... Es díficil no volver...

Anónimo dijo...

Al final todo se convierte en rutina, ya sea el amor, el trabajo, los hobbys, pero no por ello es menos necesario seguir manteniendolos, y más cuando pueden mejorar la vida de los demás.

Anónimo dijo...

¿Cómo dice la canción? "No me di cuenta de que te quería, hasta el mismo instante en que te perdí" y aunque sabemos cuánto te quieren las nenas y las Didis desde siempre, creo que les entró la angustia de no tenerte más cerca cuando la partida fué inminente...y sí, pasa con todo. Pero volverás , no sé con que frecuencia pero es un sitio al que siempre volverás porque como te ha demostrado esta segunda vez, eres ya parte de él y de la vida de todas ellas.

Anónimo dijo...

Ostras! Ni había caído en que mantendríais el blog al día. Me acabo de imprimir todos los post. Qué ilusión! Me quedo a comer en mi sitio para leerlos de inmediato! Y las niñas? Qué ansias de noticias! Supongo que Irene habrá vuelto ya. Espero que estéis bien. Abrazo, ra.
Ah! Pablo, que no te coman los nervios en la distancia, ya verás... SI SI SI, NOS VAMOS A MADRID!!!! No me cabe duda!

Irene2 dijo...

nos hemos quedado a las puertas =(

Anónimo dijo...

Ufff! Y qué alivio, que sonara Tots al Camp en el Bernabeu habría sido demasiau! Y ya sé que este comentario no le va a caer bien al 95% por ciento de los miembros asiduos de éste Blog..ni a su autor, pero hay fidelidades que son incuestionables...uds comprenderán.

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